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lunes, 23 de octubre de 2017

A Dios lo que es de Dios. Por el Arzobispo de Sevilla.

‘A Dios lo que es de Dios’, carta pastoral del Arzobispo de Sevilla 

Queridos hermanos y hermanas:
En la historia de la humanidad y en la historia del cristianismo hay dos maneras de concebir la autoridad. De las dos nos habla el Nuevo Testamento y a ellas aluden explícitamente algunos dichos de Jesús.
La primera es la autoridad despótica de quien la ejerce no para servir a los súbditos, sino para aprovecharse de ella en beneficio propio o de una élite. A esta autoridad tiránica alude Jesús  cuando responde a la estrafalaria petición de  la madre de los Zebedeos, que pretende que sus dos hijos, Santiago y Juan, se sienten a su derecha e izquierda en su reino.  “Vosotros sabéis que los príncipes de los pueblos los tiranizan  y que los grandes los oprimen” (Mt 20,25).
La segunda concibe a la autoridad como algo querido por Dios para el servicio y el gobierno de la sociedad. En este sentido dice san Pablo que la autoridad viene de Dios y que el insumiso se opone a las leyes divinas y forja su propia condena (Rm 13,1-3). Más explícitamente afirma san Pedro que el emperador y los gobernantes son emisarios divinos para castigar a los malhechores y premiar a los que hacen el bien (1Pe 2,14). Seguramente los dos se inspiraban en la respuesta de Jesús a Pilato: “No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de arriba” (Jn 19,11). Toda autoridad, pues,  viene de Dios.
Jesús enfatiza muchas veces que toda autoridad existe para servir. Lo hace en su respuesta a la madre de los Zebedeos citada más arriba: “El que entre vosotros quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que entre vosotros quiera ser jefe, que sea vuestro esclavo, pues el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir  y a  entregar su vida en rescate por todos” (Mt 20,25-28).
Jesús además nos ilumina en el evangelio de este domingo sobre el comportamiento que el cristiano ha de tener ante la autoridad. Lo hace cuando los fariseos intentan envolverlo con aquella pregunta capciosa: “¿Es lícito pagar el impuesto al César? (Mt 22,17). Pagar impuestos nunca fue apetecible para nadie. Aún lo era  menos para los judíos, que sabían que el destinatario era el poder opresor de los romanos. Jesús hubiera sido aplaudido si hubiera respondido como los zelotas: “al César, nada; al César ni agua”. Pero con esta actitud habría firmado su propia sentencia de muerte. Esa era la intención de los fariseos.
Jesús era, como reconocen sus enemigos en el evangelio  de hoy, un maestro sincero, que enseñaba el camino de Dios sin importarle el juicio de los hombres; y así, en asunto tan grave como era definir la naturaleza del poder temporal, siguió la norma consignada en otro lugar del evangelio de San Mateo: “No he venido a abolir la ley sino a cumplirla” (Mt 5,17). Al fin y al cabo su reino no era de este mundo, como Él mismo manifiesta ante Pilatos (Jn 18, 36).
Jesús está convencido de que la autoridad temporal no puede prevalecer sobre los intereses de Dios. De ahí la respuesta de Jesús llena de sabiduría: Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios (Mt 22,21). Sobre la segunda parte de la respuesta nadie le había preguntado. Jesús, sin embargo, sabía que la colisión entre las dos potestades, la terrena y la celestial, iba a ser un obstáculo para la implantación de su Reino. De hecho, ya en el siglo I, pocos años después de su ascensión a los cielos, los cristianos, que rezaban por el emperador y pagaban los tributos, se negaron a darle culto y, como consecuencia, se produjeron los primeros martirios, entre ellos los de los apóstoles Pedro y Pablo, a los que seguirán martirios innumerables.
Pero frente al César y a las autoridades temporales no sólo se peca desobedeciendo sus leyes justas, sino concediéndole más derechos de los que le corresponden. El protestantismo no se habría consolidado y el cisma de la Iglesia de Oriente no habría subsistido si sus seguidores no se hubieran refugiado en los príncipes. La Iglesia católica también habría ganado en caridad y calidad si para su expansión y desarrollo no se hubiera servido del llamado brazo secular.
Esta es la lección de la historia, que, como maestra de la vida,  nos obliga a tener siempre presente esta famosa sentencia de Jesús: “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.La Iglesia debe respetar y honrar a las autoridades, pero sin enfeudarse, sin perder la libertad evangélica para cumplir su misión,  aunque ello conlleve ser más pobre y desvalida. Lo suyo es confiar en la fuerza y el poder de Dios. Las autoridades seculares, por su parte, han de respetar la libertad de la Iglesia y de ningún modo utilizarla para sus propios fines.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

jueves, 5 de octubre de 2017

Vigilia de Octubre. Viernes día 6.

Insertamos el tema de reflexión para la vigilia del próximo viernes 6 de octubre en el Oratorio de la Hermandad de las Penas que dará comienzo a las 21 horas.

La Iglesia (X) Con tu servidor el papa Francisco, con nuestro obispo Jesús… Estamos acostumbrados a escuchar en cada Plegaria Eucarística, cada vez que participamos en la Eucaristía, estas palabras y nos pueden terminar pasando desapercibidas. Hoy vamos a detenernos en ellas tratando de descubrir su trasfondo, de modo que esto nos ayude a vivir mejor cada Eucaristía. Una consideración precipitada puede llevarnos a pensar que se trata de una especie de recordatorio piadoso del Papa, de nuestro obispo, del colegio episcopal, del clero y, finalmente, del conjunto del pueblo de Dios (memorial de los vivos). Pero eso lo hacemos en la oración universal (o de los fieles). Aquí, en la Plegaria Eucarística se trata de otra cosa: de celebrar en la comunión de la Iglesia. Como bien enseña el Catecismo (CEC nn. 1117-1121) los sacramentos son de la Iglesia. Los sacramentos son “de la Iglesia” en el doble sentido de que existen “por ella” y “para ella”… (CEC n. 1118). Y prosigue explicando: formando con Cristo-Cabeza “como una única […] persona mística”, la Iglesia actúa en los sacramentos como “comunidad sacerdotal”, “orgánicamente estructurada”; gracias al Bautismo, el pueblo sacerdotal se hace apto para celebrar la liturgia; por otra parte, algunos fieles “que han recibido el sacramento del Orden están instituidos en nombre de Cristo para ser los pastores de la Iglesia con la palabra y la gracia de Dios”. No podemos participar en la Eucaristía, ni por lo tanto vivir una auténtica vida cristiana, fuera de esa unidad orgánicamente estructurada de la Iglesia. La celebración de la Misa, que nos muestra los bienes en los que comulgamos, la Palabra de Dios, el Sacramento, la Oración… nos muestra también, que todos esos bienes de comunión, que se resumen en uno, Jesucristo, no se pueden recibir sino con “la Esposa”, en la Iglesia de Cristo, como Él la fundó bajo Pedro y con los Apóstoles (hoy el Papa y los Obispos), pueblo de Dios. La fe, la esperanza y la caridad se viven con la Iglesia de Cristo. 8 Tema de reflexión, octubre 2017 Pero esta realidad teológica nos obliga a algunas reflexiones importantes: a) La Iglesia, conocida y vivida así, se representa espejo y sensibilización fuerte de Jesucristo y de la entera Trinidad, de Dios. Una Iglesia muy bella y atrayente, santa, digna de admiración y estremecimiento, gloriosa. Sí, y todo eso porque el don que Dios vierte en ella para bien de todos, es más fuerte que los pecados de sus miembros. Es la Iglesia de las celebraciones litúrgicas “revestida”, congregada, estructurada, en el orden y la armonía de Dios. Es la Iglesia de la santidad, del testimonio hasta el martirio, de las virtudes heroicas y la purísima caridad. Nos viene bien reconocernos en ella y aprender a amarla, aun en medio de nuestras flaquezas. b) Al mismo tiempo, vernos así en la Iglesia, implica una llamada personal y comunitaria a la conversión y a la reforma, para mantener el doble vínculo entre Iglesia celebrante e Iglesia militante y entre santidad eclesial y santidad de sus miembros. La Iglesia siempre está llamando a sus miembros a la conversión y la santidad y siempre está reformándose en cuanto estructura histórica. No debemos sustraernos a esta dinámica revivificante. Cuestionario para reflexión o diálogo en grupo. ¿Procuras vivir la Eucaristía, celebrada, comulgada y adorada como vivencia eclesial? O ¿es para ti más un elemento solo de tu piedad personal y de tus compromisos religiosos? ¿Buscas encontrar en la santa Misa la belleza y santidad de la Iglesia de la que formas parte? O ¿predomina una atención sobre lo concreto del aquí y ahora (como árboles que no dejan ver el bosque)? ¿La Celebración litúrgica y el testimonio de santidad en la Iglesia de todos los tiempos se convierten para ti en llamada concreta a la conversión y deseo de servicio a la reforma eclesial?

No olvidar llevaros manual, boletín y emblema.
Recordad la petición que nos hace nuestro Director Espiritual de invitar a la vigilia a familiares, amigos o conocidos, al menos uno, cada uno de nosotros.

viernes, 4 de agosto de 2017

VIGILIA DE AGOSTO. Viernes 4 a las 20,30 h. ORATORIO DE LAS PENAS

TEMA DE REFLEXIÓN PARA LA VIGILIA:

La Iglesia (VIII).
          Ya no es tan frecuente, como lo era hace unos años, oír, “yo reconozco el valor de Jesucristo y de sus enseñanzas, pero no creo en la Iglesia”, no obstante, el argumento encuentra nuevas modalidades en un ambiente multicultural y escéptico. Este planteamiento se retroalimenta del pecado de los cristianos, de los hijos de la Iglesia y singularmente del escándalo producido por los pecados de los clérigos o de los especialmente consagrados a Dios. En este sentido nos impulsa a una purificación constante y a vivir vigilantes y en oración, para no caer en tentación. También es cierto que tales ideas sirven muchas veces para una autoexculpación, enturbiando las aguas para escapar desapercibido de las propias miserias.
            Pero el punto más débil de tal postura es que si se acepta a Jesús y su doctrina, es imposible desligar de Él el firme propósito de dar cumplimiento a los designios del Padre, entre los que ocupa un lugar central fundar la Iglesia como pueblo de la Alianza nueva y eterna y signo de la presencia del Reino de Dios ya aquí y ahora.
           Como dice el Catecismo (n. 758),
           Para penetrar en el misterio de la Iglesia, conviene primeramente contemplar su origen dentro del designio de la Santísima Trinidad y su realización progresiva en la historia.
Vamos a tratar de meditar ahora un poco sobre esta realidad desde la luz del Sacramento del altar, su celebración y su saboreo espiritual.
           Iglesia y designio de Dios. 
           Muchos comentaristas de la Escrituran señalan ya en el judaísmo que el relato de la creación de Génesis capítulo primero introduce una diferencia entre el modo de presentar la creación de todos los seres (dijo Dios…) y el modo de presentar la creación del ser humano (… hagamos…). Este “plural”, más que puramente mayestático, lo que indicaría ya una especial voluntad creadora, reforzada por la solemnidad de la expresión, se interpreta como el fruto de una deliberación de la corte divina, un acto de Dios compartido con los coros de las “celestiales Cortes”. Los autores cristianos, a la luz de las enseñanzas evangélicas, vieron sobretodo una deliberación particular de la Santísima Trinidad. Si a esto unimos la referencia a una creación a imagen y semejanza del hombre y la mujer, llamados a la unidad del amor y a la fecundidad familiar, reflejo del Misterio de Dios, la creación del hombre se presenta como reflejo del ser de Dios: uno (por ser esencialmente amor) y trino (por distinción de personas). El ser “social” del hombre no es puramente práctico, en orden a su supervivencia y bienestar (como en algunos insectos), se trata de una realidad de comunión y de amor, que, agregando, lejos de disolver la identidad de las personas, hace posible su vigencia y desarrollo.
           Así pues la Teología católica entiende, en la misma Trinidad y en tal designio creador, la voluntad de dar origen germinalmente, con el ser humano, a la Iglesia, como realidad histórica del Reino de Dios, así lo expresa un precioso Prefacio del actual Misal Romano (La Iglesia está unificada en la Trinidad, Prefacio dominical Vº para el Tiempo Ordinario).
           El valor de Israel como pueblo de la Promesa. 
           El Catecismo nos recuerda (n. 762) que:
           La preparación lejana de la reunión del pueblo de Dios comienza con la vocación de Abraham, a quien Dios promete que llegará a ser padre de un gran pueblo. La preparación inmediata comienza con la elección de Israel como pueblo de Dios. Por su elección, Israel debe ser el signo de la reunión futura de todas las naciones. Pero ya los profetas acusan a Israel de haber roto la alianza y haberse comportado como una prostituta. Anuncian, pues, una Alianza nueva y eterna. Jesús instituyó esta nueva alianza.
           Pese a las infidelidades de los elegidos, Dios permanece fiel, espera su conversión para hacer de ella un signo de la plena realización de sus designios (Catecismo =CEC, n. 674). Además ellos durante los tiempos anteriores a Cristo no eran “elegidos por exclusión” sino “como ejemplo” de lo que Dios quería hacer con la entera humanidad.
           Dios elige comunicarse y mantener la esperanza de los seres humanos no aisladamente, sino formando una convocatoria, una asamblea estructurada (sinagoga), un pueblo, una iglesia. La dilatación del Pueblo de las promesas hasta horizontes universales es ya evidentemente una orientación hacia la Iglesia y el Reino escatológico. No en vano la Liturgia cristiana echa sus raíces en numerosas instituciones cultuales del Judaísmo a las que Jesús da un nuevo impulso abriéndolas, en relación con su ministerio mesiánico, a una realización plena: así la Liturgia de la Palabra cristiana pone su base en la interpretación de la Ley y de los Profetas y Salmos hecha por Cristo y por las homilías apostólicas. La Liturgia Eucarística tomará como base los elementos y gestos principales de la Cena Pascual judía, tal y como Jesús los reinterpretó en su última cena con los apóstoles. El ritmo de oración continuada con que Israel se dirigía a Dios a través de las horas o momentos de oración, estará en la base de la Liturgia de las Horas de los cristianos (Vid. CEC n. 1096).
           La Iglesia instituida por Cristo y manifestada por el Espíritu.
           La predicación de Jesús, dirigida al pueblo de Israel, llamando a la conversión, así como el envío de sus apóstoles a predicar esta conversión, empezando por Jerusalén, pero llegando hasta los confines del mundo, indica con claridad un deseo de salvación del Padre que abarca a todo el género humano. Tal salvación, abierta a todos,  devuelve a los seres humanos a la armonía esencial con Dios, pero también entre los hermanos, en el seno de la familia y en la Sociedad. Tiene en cada paso y gesto de Jesús una voluntad de instaurar una nueva etapa o modo de ser y de presentarse del pueblo de Dios, como sucedió con la Salida de Egipto y la Alianza en el Monte santo.
           Los “doce” son la nueva versión de las tribus que forman el Pueblo judío y nacen de Jacob. Jesús se hace “padre” para que los “doce” formen un Pueblo Definitivo. El mandato de “id y bautizadlos”, así como el “haced esto en memoria mía” tienen la firme intención de perpetuar, hasta el fin de los tiempos su venida salvadora, por medio de un pueblo estructurado y con una misión universal y trascendente. El milagro de Pentecostés no sólo da cumplimiento a antiguas profecías sino que también pone de manifiesto que el Espíritu que capacitó e impulsó la vida del Verbo encarnado, ahora fecunda a su esposa, la Iglesia, su cuerpo, y lo capacita para presentarse como un sacramento de Cristo en orden a la realización plena de su obra.
           Cada Eucaristía con su ritmo progresivo para manifestar la presencia salvífica, Palabra-Sacramento, Presentación-Confección del Sacramento, Sacrificio-comunión, está mostrando la gradual recapitulación de todo en Cristo y, al mismo tiempo que la hace cumplimiento, la convierte en envío misionero, que la impulsa. No en vano comenzamos la Misa con una colecta (oración inicial que nos aúna) y la terminamos con un envío misionero (“Ite, missa est”).
           Preguntas para el diálogo o la meditación.
¿Tratas de ser testigo fiel, con tu testimonio, de que la Iglesia es querida por Dios para la salvación de los hombres?
¿Tu modo de participar en las celebraciones de la Iglesia manifiesta tu convicción de que la Iglesia comunidad es un hecho querido por Dios?
¿Tomas en serio en tus tiempos de adoración la permanente voluntad de Dios sobre la Iglesia? ¿le das gracias por pertenecer a ella? ¿rezas por el pueblo de Israel? ¿dejas que en la adoración el Espíritu te lleve a sentir cada vez más con la Iglesia y a participar en su misión desde tu vida ordinaria y tu estado de vida? ¿estás disponible para lo que la Iglesia te pida?


viernes, 2 de junio de 2017

Vigilia de junio y tema de reflexión. Viernes 2 de junio a partir de las 20 h.

Tendrá lugar en el Oratorio de la Hermandad de las Penas comenzando con el rezo del Santo Rosario a las 20 horas, proseguiremos con el tema de reflexión que a continuación transcribimos y que continúa con el tema sobre la Iglesia.
La Iglesia (VI).
           La Iglesia santa. 
           Suele asustarnos esta afirmación rotunda del Credo. No obstante es algo intrínseco a su unión esponsal y a su incorporación con Cristo. La Iglesia, aun formada por pecadores, es santa y santificadora. En ella cada pecador es puesto en camino de santidad y vivir en la “comunión de la Iglesia” es ponerse en camino de santificación.
           La Iglesia es bella intrínsecamente porque es fruto y comunicación de la santidad divina, “sed santos como Dios es Santo”. En ella resplandece la santidad de Cristo y el don del Espíritu Santo, como misioneros de la santidad Fontal del Padre que nos llama a todos a la santidad (Vid. Catecismo nn. 823-829).
           Como celebramos en la fiesta de Todos los Santos, la Iglesia es esencialmente llamada a la santidad y crisol de santificación. Creer en la Iglesia es inseparable de esa visión de paz que es creer en la “comunión de los santos” (Catecismo nn. 946-959).
           Proclamar esta verdad no es triunfalismo sino gratitud a Dios y compromiso para cada católico, para cada comunidad y la para toda la Iglesia que aun peregrina en la historia.
           Por eso el santo papa Juan Pablo II gustaba decir que el capítulo Vº de la Constitución conciliar sobre la Iglesia era la perla de las enseñanzas conciliares: “La vocación universal a la santidad en la Iglesia”. Me permito por ello presentaros algunas de sus afirmaciones.
           En la Iglesia llamados a ser santos. 
           La santidad cristiana, como recordó san Juan Pablo II en la exhortación Vita consecrata, no se puede confundir con un perfeccionismo humano voluntarista, lleno de regustos pelagianos (error que cree que el hombre se hace justo con sus solas fuerzas) y que termina llevando a soluciones falsas como la desesperación, los escrúpulos o una engañosa soberbia. La santidad es camino de verdad y humildad, es ponerse en la posición adecuada de una criatura ante Dios (adoración) y se traduce en confianza y obediencia amorosa y filial, en la que Dios purifica y transforma al ser humano haciéndole partícipe, paso a paso de su ser y obrar divinos.
           Dirá el texto conciliar:
           Cristo… “el solo Santo”, amó a su Iglesia como a su esposa. El se entregó por ella para santificarla (Cf Ef 5, 25-26), la unió a sí mismo como su propio cuerpo y la llenó del don del Espíritu Santo para gloria de Dios. Por eso todos en la Iglesia, pertenezcan a la Jerarquía o sean regidos por ella, están llamados a la santidad  (LG n. 39)…
           El Señor Jesús, Maestro divino y modelo de toda perfección, predicó a todos y a cada uno de sus discípulos, de cualquier condición que fueran, la santidad de vida, de la que El es el autor y consumador: “Sed, pues, perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto” (Mt 5, 48) (n. 40)…
Todos los cristianos, por tanto, en sus condiciones de vida, trabajo y circunstancias, serán cada vez más santos a través de todo ello si todo lo reciben con fe de manos del Padre del cielo y colaboran con la voluntad de Dios, manifestando a todos, precisamente en el cuidado de lo temporal, el amor con el que el Padre amó al mundo (n. 41)…
           Todos, pues, han de intentar orientar rectamente sus deseos para que el uso de las cosas de este mundo y el apego a las riquezas no les impidan, en contra del espíritu de pobreza evangélica, buscar el amor perfecto. El Apóstol les aconseja: los que disfrutan de este mundo, no se queden en eso, pues este mundo es provisional (cf. 1 Cor 7, 31 gr.). 
           Se entiende aquí la insistencia de papa Francisco por una Iglesia pobre, aunque cada uno en ella viva esta dimensión esencial según su estado de vida y vocación, pobre para ser testigo de los bienes eternos y de la suprema belleza de la vida de hijos de Dios.
           La Eucaristía “pan de los ángeles” y “prenda de la gloria futura”.
           La Iglesia de los llamados a ser santos, es “viático”, pan de peregrinos, que en ella se enamoran de lo santo y de lo eterno. En ella celebran, comen y gozan, ya en este mundo su tesoro mientras se liberan de ataduras de pecado y de los deseos de lo caduco para vivir ya la caridad.
           Así, desde la verdad de fe en la transubstanciación, se entiende correctamente la novedad significativa de la Eucaristía, que nos hace conocer la verdad oculta de la creación entera y su fuerza para transformar a cada ser humano y a la misma sociedad.
Preguntas para el diálogo y la meditación.

  1. ¿Creemos de verdad en la santidad de la Iglesia o nos dejamos arrastrar por la visión mundana que presenta sólo los pecados de sus miembros peregrinantes?
  2. ¿Vivo verdaderamente consciente de que Dios me ha llamado a ser santo e inmaculado en el amor?
  3. Celebrando y adorando la Eucaristía ¿tomo conciencia de que soy cada vez injertado más en Cristo y en su Amor y Gracia, para vivir una vida santa y celestial, ya aquí, día a día? ¿Es para mí la comunión comida de peregrino que camina hacia el Padre Santo?

viernes, 12 de mayo de 2017

TEMA DE REFLEXIÓN PARA LA VIGILIA DE MAYO. LA IGLESIA (v)

La Iglesia en un mundo interreligioso.
        
            Desde la celebración del concilio Vaticano II ha cobrado especial alcance en la vida y reflexión de la Iglesia y sobre la Iglesia los temas del ecumenismo y del diálogo interreligioso. Recientemente la participación del papa Francisco en los actos sobre la figura de Martín Lutero han hecho que estos argumentos susciten el interés de todos.
           La Iglesia Católica sostiene como siempre su convicción de fe de ser la Iglesia fundada por Cristo, que se mantiene en la historia. Los números del 14 al 17 de la Lumen gentium son claves para afrontar como católicos esta delicada cuestión. 
           Así lo primero que nos recuerda el Concilio es:
           Cristo… al inculcar con palabras, bien explícitas, la necesidad de la fe y del bautismo (cf. Mc 16, 16; Jn 3, 5), confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que entran los hombres por el bautismo como por una puerta. Por eso no podrían salvarse los que,  sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o perseverar en ella. 
         
  El Vaticano II (LG 14) afirma pues claramente la doctrina que arranca de los Padres y que sostiene que “fuera de la Iglesia no hay salvación”, pero la explica profundamente y en conexión con el conjunto de las verdades de la fe, particularmente la universal voluntad de salvación de Dios. Así lo recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 846-848) dejando claro:
  • Esta afirmación no se refiere a los que sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su Iglesia (n.847).
  • Dios, por caminos conocidos sólo por Él, puede llevar a la fe, “sin la que es imposible agradarle” (Hb 11, 6), a los hombres que ignoran el Evangelio sin culpa propia… (n.848).
  • … corresponde, sin embargo, a la Iglesia la necesidad y, al mismo tiempo, el derecho sagrado de evangelizar (n.848).
           Buscar la comunión a partir de lo que nos une.
           El Vaticano II nos pide a los católicos firmeza en nuestra fe. El diálogo con otros cristianos o con otras religiones, que forma parte de la misión de la Iglesia, no puede hacerse desde la equidistancia o el sincretismo, necesita humilde pero firme adhesión a la fe católica. El escepticismo no favorece la caridad, sino una tolerancia muchas veces indiferente.
           Pero la Iglesia nos invita a construir puentes y edificar comunión por medio de las semillas de la verdad presentes en cada ser humano y en cada confesión religiosa y esto desde el respeto más sagrado por la dignidad y conciencia de cada persona.
           Así enseña la Lumen gentium (n. 15):
           La Iglesia se siente unida por muchas razones con todos los que se honran con el nombre de cristianos a causa del bautismo, aunque no profesen la fe en su integridad o no conserven la unidad de la comunión bajo el sucesor de Pedro… 
           Y más adelante nos enseña (LG n. 16):
           Los que todavía no han recibido el Evangelio también están ordenados al Pueblo de Dios de diversas maneras. En primer lugar, sin duda, está aquel pueblo al que se le dieron la alianza y las promesas y del que nació Cristo según la carne (Rom 9, 4-5)… Pero el designio de salvación comprende también a los que reconocen al Creador. Entre ellos están, ante todo, los musulmanes… En efecto, los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna…
           Curiosamente esta actitud que puede parecer un deseo de “dejar hacer, dejar pasar” no es nada de eso en la enseñanza conciliar. Se presenta como el modo actual de ser Iglesia misionera. El mismo número 16 de la LG termina exhortando:
           Por eso la Iglesia pone todo su cuidado en favorecer las misiones para promover la gloria de Dios y la salvación de todos estos, recordando el mandamiento del Señor: “Proclamad el Evangelio a todos los hombres” (cf. Mc 16, 16).
           Del mismo modo el Catecismo hace seguir los números que hemos citado más arriba de un amplio apartado titulado “La Misión, exigencia de la catolicidad de la Iglesia” (nn. 849-856). Sí, ecumenismo, diálogo interreligioso y libertad religiosa no son frenos para la Misión o la Evangelización, sino dimensiones de la misma.
           La Eucaristía, fuente y cima. 
           En este contexto la Eucaristía se ha de ver como fuente que impulsa la misión y alienta la plenitud de la fe, llevando a cada fiel a ser misionero: “ite, missa est” (Vid. Catecismo n. 1332). Y, al mismo tiempo como el horizonte de la tarea Misionera, del Ecumenismo y del Diálogo interreligioso, en cuanto ella es culmen de la Iniciación cristiana y el Sacramento de la Fe. Así participar de un mismo Pan en una misma Mesa es la expresión de la plena comunión hacia la que la humanidad es llamada por la Iglesia Católica en Cristo Jesús y por la fuerza del Espíritu Santo, para cumplir el deseo del Padre: “que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al pleno conocimiento de la Verdad”.
           En la adoración eucarística, misteriosamente, Dios atrae a todos hacia sí y dispone los corazones y mentes de los adoradores para que se consagren a esta tarea eficazmente.


Preguntas para el diálogo y la meditación.

  • ¿He procurado entender y formarme para situarme según el querer de la Iglesia en materia de ecumenismo y diálogo interreligioso?
  • ¿Vivo mi condición de católico con espíritu misionero buscando como la Iglesia hoy me lo pide contagiar la fe y fomentar la comunión?
  • ¿Busco en cada Misa y en mis tiempos de adoración oír y acoger el deseo del Padre de que todos se salven y lleguen a la plenitud de la Verdad?

miércoles, 19 de abril de 2017

VIGILIA DE ABRIL "VIRGEN DE LAS PENAS". 21/04/2017 A LAS 20.30 H.

EN EL ORATORIO DE LA HERMANDAD DE LAS PENAS A PARTIR DE LAS 20.30 HORAS COMENZAREMOS CON EL TEMA DE REFLEXIÓN, EN ESTE DÍA SEGUIREMOS CON EL TEMA DE LA IGLESIA, OS DEJO EL TEXTO A TRATAR, NO OLVIDAROS DE TRAER EMBLEMA Y MANUAL, ASÍ CÓMO DE INVITAR A CONOCIDOS Y AMISTADES PARA NUESTRA VIGILIA.

La Iglesia (IV).

            La constitución dogmática sobre la Iglesia del concilio Vaticano II comienza en su primer número recordando:
           La Iglesia es en Cristo como un sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano.
          E insiste al final de ese mismo número primero de la constitución Lumen gentium (=LG),
esta tarea de la Iglesia resulta mucho más urgente, para que todos los hombres, unidos hoy en día más estrechamente con diversas relaciones sociales, técnicas y culturales, alcancen también plenamente la unidad en Cristo.
           Quisiera que reflexionásemos hoy un poco sobre estas enseñanzas siempre actuales.
           La Iglesia como un sacramento en Cristo. 
           La Iglesia no se puede entender separada de Cristo su esposo, piedra fundamental y origen. Unida a él, que es la cabeza, es su cuerpo. Cada cristiano y la entera Iglesia somos y vivimos injertados en Cristo, partícipes de su filiación divina. Es en Él dónde Dios Padre ha unido lo humano y lo divino de un modo singular e irrevocable. Así lo establece en la Encarnación y lo manifiesta en todo su esplendor y de modo definitivo con su Resurrección y Ascensión a los Cielos (ya lo anticipó en el parto virginal o en la transfiguración). Este Cristo, Dios hecho hombre y hombre plenamente divinizado, es el “primogénito de muchos hermanos”. Hermanos llamados a ser su Iglesia.
           Esto quiere decir que en la Iglesia se participa esa unidad que trae lo divino a los hombres y eleva lo humano hasta Dios. El Padre ha querido hacer de la Iglesia, esponsalmente unida a Cristo, el “lugar de encuentro” entre los hijos de los hombres y Él. En la Iglesia, como en la humanidad de Cristo, Dios se abaja hasta nosotros y nos abraza hasta elevarnos hasta Él.
           Todo esto se inicia por medio del Bautismo y ve su acabamiento por medio de la Confirmación y la Eucaristía. Bautismo y confirmación nos hacen, cada uno desde su peculiar gracia, asociarnos a Cristo y poder actuar con Él, como su cuerpo. La Eucaristía alimenta este vínculo esponsal irrevocable y nos permite actuar ya sacramentalmente nuestra identidad y misión sacerdotales. Ser en la Iglesia de Cristo puentes que unen en si lo divino y lo humano. Consagrar el mundo y las realidades que lo integran y elevar a Dios alabanzas y súplicas en favor de toda la humanidad (Cfr. LG 10 y 11).
           La Eucaristía se presenta desde esta perspectiva como acción fundante y estructurante del sacerdocio cristiano (ya ordenado, ya regio o común). Según se participa en la Eucaristía, como cabeza o cuerpo, así se realiza y manifiesta la condición de Ordenado y Bautizado o de sólo Bautizado. Como bautizados  los miembros de la Iglesia purifican y transfiguran todas las realidades de la vida humana y las integran en el Plan de Dios, las unen a Dios, y manifiestan en ellas la gloria de Dios, elevando así un perfecto canto de alabanza al Creador y llevando a plenitud todo cuanto ha sido creado.
           Si esto nace de la Eucaristía celebrada y comulgada, esto se consolida y refuerza en la Eucaristía adorada y gustada.
           La Iglesia y la unidad del género humano.
           Hoy, a 50 años vista del Vaticano II se habla más de “globalización” que de unidad. Tal vez, precisamente, porque el acercamiento de los seres humanos en este medio siglo ha seguido siendo por relaciones sociales, técnicas y culturales, crecientes pero no por acercamiento en Dios y en su Mediador con los hombres, Jesucristo. Y por eso esta globalización, que no unión, muestra sus debilidades e insuficiencias cada vez más contrastantes.
           La Iglesia, creo entender así el magisterio de los últimos pontífices, se ve urgida cada vez con más fuerza a la misión (Evangelización [Pablo VI], Nueva evangelización [Juan Pablo II y Benedicto XVI], Iglesia en salida [Francisco]…).  Urgida a salir al encuentro de los hombres de nuestro tiempo y ofrecerles la base y fundamento de su unidad: Jesús, el Cristo de Dios.   Los seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios, sólo en Dios encuentran su identidad y unidad. Hablar de Dios y hablar del hombre son realidades inseparables y que se reclaman mutuamente. Cristo es la Revelación plena de ambas. Sin él no hay ni teología ni humanismo completos y satisfactorios.
           Y la Iglesia vive y proclama estas realidades fundamentales y urgentes en la Eucaristía, compendio de Teología y de humanidad.

Preguntas para el diálogo y la meditación.

  1. ¿Vives tu pertenencia a la Iglesia como signo de la unidad entre Dios y el hombre que ha comenzado en Cristo Jesús?
  2. ¿Entiendes tu vocación y misión en la Iglesia como consagración de todas las realidades humanas a Dios e intercesión y alabanza de la humanidad ante Él?
  3. ¿Al participar en la Eucaristía, en la celebración, la comunión y la adoración, comprendes que eres capacitado y llamado a realizar la gran misión de la Iglesia para salvación de los hombres y gloria de Dios?

jueves, 16 de marzo de 2017

VIGILIA DE MARZO, Viernes 17 de marzo.

El viernes 17 de marzo a las 21 horas en la Iglesia de los Santos Mártires en conjunto con el turno de San Ciriaco y Santa Paula celebraremos nuestra vigilia mensual, puesto que el primer viernes de mes, el pasado día 3 ante la imposibilidad de hacerlo pues a la hora de la misma pasaba por el Oratorio el Nazareno del Perdón en procesión por las calles de Málaga para el via-crucis anual que organiza la Agrupación de Cofradías no se pudo celebrar la vigilia, por ese motivo se post-puso.

Acordaros de traer el boletín, el manual y el emblema, y por supuesto, invitad a conocidos y familiares que puedan acudir con nosotros.


sábado, 11 de febrero de 2017

Intenciones por nuestra diócecis y por nuestro Obispo.VIGILIA DE MARZO, Viernes día 3 de marzo a las 20 horas y Tema de Reflexión.

El próximo viernes día 3 de marzo a partir de las 20 horas en el Oratorio de la Hermandad de Las Penas,
cuya titular mariana da nombre a nuestro turno de adoración eucarística nocturna,  con el Santo Rosario tendrá lugar el inicio de nuestra jornada mensual de encuentro espiritual, tras el dicho rezo pasaremos a la junta del turno y a tratar el tema de reflexión que a continuación transcribimos para esta ocasión "La Iglesia (III), al finalizar pasaremos de nuevo al Oratorio para celebrar el rezo de las horas, presentación de adoradores ante el Santísimo, turno de vela, expiatorias, completas, rezo a la Santísima Virgen y Reserva. 
El rezo del rosario lo compartiremos con fieles y cofrades de la propia hermandad de las Penas que lo celebran durante todo el año precisamente todos los viernes.

Las intenciones de esta vigilia será por nuestra Diócesis y por nuestro Obispo. Ofrecemos al Señor esta jornada de adoración, meditación y reflexión, rezos y oraciones para fortalecer a nuestra diócesis y a nuestro obispo y que su magisterio de muchos buenos frutos en nuestra iglesia.

Es tiempo de cuaresma y usaremos el manual por la página 353 del manual, recordar llevar el boletín Velad y Orad y el emblema para llevarlo durante la celebración.

"...
Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina
la mano que nos sostiene
y el techo que nos cobija
..."
Fragmento del himno de la página 353 del manual.







Tema de Reflexión, marzo 2017
La Iglesia (III)
Quisiera partir de la relación íntima entre Iglesia universal, Iglesia local
y asamblea eucarística (o litúrgica en general), para ofrecer algunas reflexiones y
datos de cara a nuestra contemplación y aprendizaje sobre la Iglesia.
El principio de la Iglesia es la Iglesia una y católica, ella no nace de la suma de las
Iglesias locales, ni de las comunidades eucarísticas, como su unidad no es el fruto del
acuerdo o alianza entre comunidades locales o individuos. Pero toda comunidad local,
que acoge la fe, los sacramentos y la vida de la Iglesia universal, está llamada a llegar
a hacer presente y visible la gran Iglesia en un lugar y entre unas gentes concretas
(vid CEC 835; más ampliamente, 830-838). Y esto se visibiliza en la asamblea
eucarística congregada ante el altar y presidida por el sacerdote.
Iglesia y asamblea eucarística.
El concilio Vaticano II ha destacado ampliamente esta relación entre la Iglesia y la
Liturgia: Sacrosanctum concilium (=SC). Núm.2: En efecto, la liturgia, por medio
de la cual “se ejerce la obra de nuestra redención”, sobre todo en el divino sacrificio
de la eucaristía, contribuye mucho a que los fieles, en su vida, expresen y manifiesten
a los demás el misterio de Cristo y la naturaleza genuina de la verdadera Iglesia.
En efecto, este precioso texto muestra la liturgia como “obra” donde se construye
la Iglesia (como afirma el adagio medieval recuperado por Henry de Lubac S.I., “la
Eucaristía hace a la Iglesia”), es la liturgia en cuanto fuente de la vida y actividad de
la Iglesia, algo sobre lo que el Concilio volverá a insistir (Lumen Gentium = LG 11).
Pero también podemos leer esta cita de SC 2 en sintonía con SC 41 que afirma: … es
necesario que todos concedan gran importancia a la vida litúrgica de la diócesis en
torno al obispo, sobre todo en la iglesia catedral,
persuadidos de que la principal manifestación de la
Iglesia tiene lugar en la participación plena y activa de
todo el pueblo santo de Dios en las mismas celebraciones
litúrgicas, especialmente en la misma eucaristía, en una
misma oración, junto a un único altar, que el obispo
preside rodeado por su presbiterio y sus ministros . Texto
que conecta con todo el contenido de LG 26.
16
Lumen Gentium n. 26: El obispo, cualificado por la plenitud del sacramento del
orden, es el “administrador de la gracia del sumo sacerdocio”, sobre todo en la
eucaristía que él mismo celebra o manda celebrar y por la que la Iglesia vive y se
desarrolla sin cesar… En toda comunidad en torno al altar, presidida por el
ministerio sagrado del obispo, se manifiesta el símbolo de aquel gran amor y de “la
unidad del Cuerpo místico sin la que no puede uno salvarse”.
La realidad de la Iglesia sería inabarcable, tanto por su extensión (catolicidad)
como por su complejidad interna (realidad divino-humana), pero en la celebración
eucarística se deja ver y se da a conocer. Pero este ver la Iglesia en cada eucaristía,
singularmente en las presididas por un obispo, no es tan simple.
Hay que aprender a vivir la Eucaristía.
Comentando más arriba el texto de SC 2 hemos señalado la capacidad de
impresionar que puede tener la liturgia, moviendo a
algunas personas a llegar a hacerse católicos. Pero la
liturgia que puede provocar desde su verdad y belleza
estos efectos reclama por lo general para libar su
fecundo y nutritivo néctar una iniciación y formación.
Para que la Iglesia se conozca a sí misma
celebrando, madure y crezca en la sucesiva
participación litúrgica fructuosa, se requieren
actitudes y capacitación y un saboreo orante de los
dones y experiencias recibidas (vid. SC 14c y 18-19). En este punto la adoración
eucarística puede ayudar enormemente a este saboreo de las celebraciones.
Apoyada en la presencia real, sustancial y permanente, se ve enriquecida
enormemente por el saboreo de las lecturas de la Misa y por la consideración de los
textos o ritos empleados, que pueden contemplarse a la luz de la presencia real del
Señor Jesús.
*****
Preguntas para el diálogo y la meditación:
¿Me he planteado alguna vez que el nivel de mi participación en la eucaristía es
termómetro de mi nivel de adhesión a la Iglesia?
¿Qué hago para mejorar cada día la calidad de mi participación en la santa misa?
Formación, preparación, atención.
¿Fomento y aporto lo que puedo para dignificar y embellecer las celebraciones
litúrgicas como epifanías del misterio de la Iglesia que tienen que ser?

Transcripción del tema de reflexión de marzo del boletín Velad y Orad que edita el Consejo Diocesano de la Adoración Nocturna de España de Málaga, pág. 16 y 17.

jueves, 2 de febrero de 2017

"Virgen de las Penas", vigilia de adoradores nocturnos día 3 de febrero. Tema de Reflexión.




Transcribimos el tema de reflexión para la vigilia de los adoradores nocturnos del turno "Virgen de las Penas" del viernes 3 de febrero del presente, se desarrollará en el Oratorio de la Cofradía de las Penas a partir de las 20 horas con el rezo de un misterio de los que componen el Santo Rosario en conjunto con los fieles y cofrades de las Penas que celebran dicho rezo, a continuación pasaremos a celebrar la Junta del Turno y trataremos el tema de reflexión para a luego pasar de nuevo al Oratorio y exponer a su Divina Majestad y celebrar propiamente la vigilia.


La Iglesia, (II)


Ya entre el pueblo de Israel era costumbre emplear la palabra sinagoga tanto para referirse al edificio dedicado al estudio y al culto como para hablar del pueblo creyente que en él se congregaba, convocado por Dios. El Pueblo era la sinagoga (los convocados) por el Señor. El lugar donde se reunía este Pueblo (particularmente tras el Exilio en Babilonia) se llamará sinagoga.
Los cristianos que como Jesús seguían, en un primer momento, acudiendo al culto sinagogal; pronto son excomulgados de las sinagogas y van a tener que reunirse solos, separados del pueblo judío, y en sus propias casas. Estas casas de familias cristianas donde se reunía más o menos establemente la comunidad de discípulos de Jesús (la Iglesia o convocatoria, término paralelo a sinagoga) comienzan a llamarse Domus Ecclesiae (casas de la Iglesia) y muy pronto, ellas mismas, iglesias.
Tal fenómeno sucede muy pronto, en época apostólica, como testimonian abundantemente tanto el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 4,11), como las cartas apostólicas. Por ello ya el mismo san Pablo aprovecha la imagen del edificio o de la edificación para presentar el misterio de la Iglesia (1Cor 3,9) y lo mismo hará san Pedro (1P 2, 1-17). El mismo Cristo, antes, en su predicación, ya usó estas imágenes (Mt 21, 42 y par.; vid. CEC 756).
La Iglesia edificación. 
En el Oficio de Lecturas de la Dedicación de una iglesia encontramos un precioso texto de Orígenes, el antiguo pensador alejandrino, de Egipto:
Todos los que creemos en Cristo Jesús somos llamados
piedras vivas…
Así lo afirma Pablo cuando nos dice: Estáis edificados
sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo  
Cristo Jesús es la piedra angular…
Pero en este edificio de la Iglesia conviene que también      
haya un altar. Ahora bien, yo creo que son capaces de 
llegar a serlo todos aquéllos que, entre vosotros, piedras
vivas, están dispuestos a dedicarse a la oración, para
ofrecer a Dios día y noche sus intercesiones, y a inmolarle
las víctimas de sus súplicas; ésos son, en efecto, aquellos
con los que Jesús edifica su altar….
(Homilía 9, 1-2; PG 12,871-872)
La imagen de la Iglesia cuerpo ya servía para identificar ministerios y carismas diversos, miembros, en la unidad del organismo. Ahora la imagen del edificio y del templo sirve para presentar esta variedad con gran expresividad sin perder tampoco la noción de la unidad orgánica del conjunto.
Será la celebración litúrgica en el edificio de piedra la que lo impregne de la presencia de la Iglesia Pueblo de Dios, que a su vez ve reforzada su estructura y ordenamiento por el espacio que la acoge y en el que desarrolla sus ritos propios.
Por eso será tan importante respetar en el espacio litúrgico los lugares propios de cada ministerio y cada cosa o acción. En el texto que hemos citado de Orígenes se identifica con el altar, como lugar del sacrificio y de la intercesión, a los orantes. Estos serán en primer lugar los sacerdotes (Obispos o Presbíteros) de los que dice en la Liturgia Romana el Común de Pastores: “este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo” (Responsorio breve, II Vísperas común de Pastores). Pero ante el altar, casi como prolongación del mismo, está una muchedumbre inmensa de orantes. ¿Cómo no ver a los/as adoradores de la Eucaristía reflejados en tal altar? Y ante la alusión al día y a la noche, ¿cómo no sentirse interpelados como Adoración Nocturna?
Estar en el altar significa particular dedicación a la oración y a la adoración, al sacrificio de inmolar la propia vida por amor unidos a Cristo. Esto se construye en la constancia, orando y adorando, orando y amando. Allí se aprende a estar unidos al Señor Jesús y a sus Pastores, allí se aprende a descubrir al Señor en pobres, menesterosos y enemigos, para servirlos como a Él.
En este punto es imprescindible recordar que Obispos y sacerdotes son altar no sólo cuando celebran en él los Divinos Misterios, singularmente la Eucaristía, sino también cada vez que a lo largo de su jornada prolongan esta Eucaristía bajo la forma de la oración y la adoración. Siendo así una sola cosa con Cristo Sacerdote y Víctima, son altar también cuando hacen de toda su vida una inmolación en favor de su Pueblo e incluso de todos los hombres. Pero de aquí se sigue que los sacerdotes tendríamos que encontrar en la oración y la adoración un elemento connatural a nuestro modo de ser, a nuestra vocación. La mucha actividad (las muchas cosas que hay que hacer) más que excusa para relegar la oración ha de ser exigencia o reclamo de la misma.
La presencia de orantes y adoradores laicos ante el altar de la Eucaristía será, junto con su intercesión y su amor en favor de los sacerdotes, estímulo eficaz para la santificación de los mismos. Y el Pueblo entero, viendo siempre arder el altar, encontrará en él ese faro salvador y guía, particularmente en los momentos de noche o de tormenta. La adoración, la adoración nocturna, es hoy muy necesaria para la Iglesia.
Haciendo arder el altar se hallan también, claro está, los contemplativos y contemplativas, cuyas vidas dan cohesión a este altar de la Oración de la Iglesia. Allí encontró su vocación santa Teresa del Niño Jesús, como leíamos el día de su fiesta (1 de octubre) en la segunda lectura del Oficio de Lecturas, allí descubrió el corazón de la Iglesia, que hace llegar el Amor de Dios hasta los extremos más remotos de su cuerpo. Así la pequeña Teresa desde su convento es Patrona de las misiones, como con su celo apostólico, viajando hasta los confines del Oriente, lo es san Francisco Javier.
            
Preguntas para el diálogo y la meditación
  1. ¿Sientes realmente tu pertenencia a la Iglesia como la respuesta a una vocación, a una llamada amorosa y personal de Dios? [Esto quieren recordarte las campanas cada vez que suenan llamándote a acudir a la iglesia].
  2. ¿Has hallado ya tu “lugar” en la Iglesia? ¿Qué haces para encontrarlo o para cuidarlo fiel y perseverantemente?
  3. Como adorador nocturno ¿te ves reflejado ante el altar, según el texto comentado de Orígenes? ¿Cómo vives tu relación con los Pastores de la Iglesia? ¿Rezas por tu cura? ¿Sabemos valorar y agradecer el don de los hermanos y hermanas de vida contemplativa?

miércoles, 11 de enero de 2017

CRÓNICA DE LA CANONIZACIÓN DE SAN MANUEL GONZÁLEZ

Aparece el artículo en la revista Velad y Orad editado por el Consejo Diocesano de ANE de Málaga en las páginas 6 y 7 del número de diciembre/enero bajo el título de CANONIZACIÓN DE SAN MANUEL GONZÁLEZ, cuyo texto es el siguiente:

Somos un matrimonio de adoradores nocturnos de la diócesis de Málaga, que hemos asistido a la canonización de nuestro obispo D. Manuel González, y han sido tan grandes los sentimientos vividos en estos días en Roma, que nos es imposible no hacer una pequeña reseña de lo así vivido.
El viaje ha sido una maravilla, aunque se ha tenido que madrugar mucho, la ilusión era tan fuerte que nada pesaba.
El mismo sábado, día de llegada a Roma, por la tarde se celebró en la Basílica de Santa Andrea del Valle un Acto de Acogida, Adoración Eucarística y Vísperas, el cual fue presidido por el Obispo de Huelva D. José Vilaplana. Fue un acto muy emotivo en donde participaron representaciones de Italia, España, Cuba, Argentina, Puerto Rico, Ecuador, Perú, Venezuela, México y Bélgica.
El acto, entre otras cosas, consistió en una representación escenificada en donde se nos invitaba a romper con el odio, rencor, envidia, violencia... y sustituir todo esto por perdón, paz, benevolencia, acogida, amor... pero que solo se podría conseguir este cambio, si nos anclábamos en la Eucaristía, ¡qué es el remedio de todos los males del mundo!
Allí se nos dijo en palabras del propio Don Manuel González. que si no vivimos junto al sagrario las tres estrofas de este himno se nos haría difícil conseguir la meta-
Primera: Estrofa de alabanza y gratitud al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por la llamada recibida. (A nosotros por ser adoradores nocturnos).
Segunda: De reconocimiento sin medida al Sumo Pontífice, a los pastores de la Iglesia, por su caridad y dedicación.
Tercera: Vida de santidad, y fraternal gozo de todos los que formamos esta gran familia eucarística.
Somos muchos y de distintas partes del mundo y hacemos presentes a muchos más, que con generosidad acogen la llamada del Señor sirviéndole cada uno en el lugar don Él lo ha querido poner. Que como D. Manuel, hoy san Manuel, sepamos dejarnos alcanzar por la presencia de Jesucristo Eucaristía y entregar nuestra vida al servicio de Dios y de los hermanos.
Después terminó el acto con la adoración a la Eucaristía y celebración de Vísperas.
El domingo, dia de su canonización en la Plaza de San Pedro, fue un día espléndido, el recinto estaba a rebosar, (junto a D. Manuel se canonizaban seis personas más) iniciándose la ceremonia con el rezo del santo rosario y a continuación la santa Misa presidida por el papa Francisco.
¡Qué decir del acto! Impresionaba tanta multitud llena de gozo y entusiasmo, lo que hacía temer por el silencio, pero nada, una vez empezado el acto, ni se oía a nadie, ni se veían banderas, todos orden, fervor y silencio.
Terminada la solemne ceremonia con un almuerzo de fraternidad de todos los peregrinos que viajaban con la misma agencia, /unos mil trescientos) en donde emitieron un video sobre la vida de D. Manuel.
El lunes 17, por la mañana se celebró una misa de acción de gracias en la Basílica de Santa María la Mayor, que ha pesar de ser enorme, estaba a rebosar de fieles, siendo celebrada la misma por una gran cantidad de obispos y sacerdotes de toda España y Portugal, versando la homilía sobre el santo, su vida y acción eucarística, donde quedaba patente que devolvía bien por mal, sufriendo en silencio con gran humildad lo que el Señor le deparaba, siendo su gran apoyo la Eucaristía.
Decían seminaristas, que Don Manuel era un obispo con el que se podía hablar, que se preocupaba de sus "ovejas" no solo en el plano espiritual, sino también en el material. Ejemplo a seguir no solo por el clero, sino por toda persona de bien.
Una vez finalizada la misa de acción de gracias, peregrinamos a la Basílica de San Pedro, para entrar por la Puerta Santa y ganar el Jubileo de la Misericordia. Tras la comida, visitamos las catatumbas.
Ha sido una experiencia maravillosa, donde se ha dormido poco, se ha andado mucho, se han visto casos muy bonitas, y sobre todos se nos ha hecho ver con ejemplos, palabras y de todas formas, que sin Cristo Eucaristía no podemos vivir la vida que Dios desea a sus hijos.
En resumidas cuentas, y para decirlo en pocas palabras, ha sido un viaje irrepetible y maravilloso del que nunca daremos a dios las suficientes gracias.

Rafael López y Maribel Cordero.
Turno 15ª "San Juan de Ávila".

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