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sábado, 11 de febrero de 2017

Intenciones por nuestra diócecis y por nuestro Obispo.VIGILIA DE MARZO, Viernes día 3 de marzo a las 20 horas y Tema de Reflexión.

El próximo viernes día 3 de marzo a partir de las 20 horas en el Oratorio de la Hermandad de Las Penas,
cuya titular mariana da nombre a nuestro turno de adoración eucarística nocturna,  con el Santo Rosario tendrá lugar el inicio de nuestra jornada mensual de encuentro espiritual, tras el dicho rezo pasaremos a la junta del turno y a tratar el tema de reflexión que a continuación transcribimos para esta ocasión "La Iglesia (III), al finalizar pasaremos de nuevo al Oratorio para celebrar el rezo de las horas, presentación de adoradores ante el Santísimo, turno de vela, expiatorias, completas, rezo a la Santísima Virgen y Reserva. 
El rezo del rosario lo compartiremos con fieles y cofrades de la propia hermandad de las Penas que lo celebran durante todo el año precisamente todos los viernes.

Las intenciones de esta vigilia será por nuestra Diócesis y por nuestro Obispo. Ofrecemos al Señor esta jornada de adoración, meditación y reflexión, rezos y oraciones para fortalecer a nuestra diócesis y a nuestro obispo y que su magisterio de muchos buenos frutos en nuestra iglesia.

Es tiempo de cuaresma y usaremos el manual por la página 353 del manual, recordar llevar el boletín Velad y Orad y el emblema para llevarlo durante la celebración.

"...
Tú eres el Dios que nos salva,
la luz que nos ilumina
la mano que nos sostiene
y el techo que nos cobija
..."
Fragmento del himno de la página 353 del manual.







Tema de Reflexión, marzo 2017
La Iglesia (III)
Quisiera partir de la relación íntima entre Iglesia universal, Iglesia local
y asamblea eucarística (o litúrgica en general), para ofrecer algunas reflexiones y
datos de cara a nuestra contemplación y aprendizaje sobre la Iglesia.
El principio de la Iglesia es la Iglesia una y católica, ella no nace de la suma de las
Iglesias locales, ni de las comunidades eucarísticas, como su unidad no es el fruto del
acuerdo o alianza entre comunidades locales o individuos. Pero toda comunidad local,
que acoge la fe, los sacramentos y la vida de la Iglesia universal, está llamada a llegar
a hacer presente y visible la gran Iglesia en un lugar y entre unas gentes concretas
(vid CEC 835; más ampliamente, 830-838). Y esto se visibiliza en la asamblea
eucarística congregada ante el altar y presidida por el sacerdote.
Iglesia y asamblea eucarística.
El concilio Vaticano II ha destacado ampliamente esta relación entre la Iglesia y la
Liturgia: Sacrosanctum concilium (=SC). Núm.2: En efecto, la liturgia, por medio
de la cual “se ejerce la obra de nuestra redención”, sobre todo en el divino sacrificio
de la eucaristía, contribuye mucho a que los fieles, en su vida, expresen y manifiesten
a los demás el misterio de Cristo y la naturaleza genuina de la verdadera Iglesia.
En efecto, este precioso texto muestra la liturgia como “obra” donde se construye
la Iglesia (como afirma el adagio medieval recuperado por Henry de Lubac S.I., “la
Eucaristía hace a la Iglesia”), es la liturgia en cuanto fuente de la vida y actividad de
la Iglesia, algo sobre lo que el Concilio volverá a insistir (Lumen Gentium = LG 11).
Pero también podemos leer esta cita de SC 2 en sintonía con SC 41 que afirma: … es
necesario que todos concedan gran importancia a la vida litúrgica de la diócesis en
torno al obispo, sobre todo en la iglesia catedral,
persuadidos de que la principal manifestación de la
Iglesia tiene lugar en la participación plena y activa de
todo el pueblo santo de Dios en las mismas celebraciones
litúrgicas, especialmente en la misma eucaristía, en una
misma oración, junto a un único altar, que el obispo
preside rodeado por su presbiterio y sus ministros . Texto
que conecta con todo el contenido de LG 26.
16
Lumen Gentium n. 26: El obispo, cualificado por la plenitud del sacramento del
orden, es el “administrador de la gracia del sumo sacerdocio”, sobre todo en la
eucaristía que él mismo celebra o manda celebrar y por la que la Iglesia vive y se
desarrolla sin cesar… En toda comunidad en torno al altar, presidida por el
ministerio sagrado del obispo, se manifiesta el símbolo de aquel gran amor y de “la
unidad del Cuerpo místico sin la que no puede uno salvarse”.
La realidad de la Iglesia sería inabarcable, tanto por su extensión (catolicidad)
como por su complejidad interna (realidad divino-humana), pero en la celebración
eucarística se deja ver y se da a conocer. Pero este ver la Iglesia en cada eucaristía,
singularmente en las presididas por un obispo, no es tan simple.
Hay que aprender a vivir la Eucaristía.
Comentando más arriba el texto de SC 2 hemos señalado la capacidad de
impresionar que puede tener la liturgia, moviendo a
algunas personas a llegar a hacerse católicos. Pero la
liturgia que puede provocar desde su verdad y belleza
estos efectos reclama por lo general para libar su
fecundo y nutritivo néctar una iniciación y formación.
Para que la Iglesia se conozca a sí misma
celebrando, madure y crezca en la sucesiva
participación litúrgica fructuosa, se requieren
actitudes y capacitación y un saboreo orante de los
dones y experiencias recibidas (vid. SC 14c y 18-19). En este punto la adoración
eucarística puede ayudar enormemente a este saboreo de las celebraciones.
Apoyada en la presencia real, sustancial y permanente, se ve enriquecida
enormemente por el saboreo de las lecturas de la Misa y por la consideración de los
textos o ritos empleados, que pueden contemplarse a la luz de la presencia real del
Señor Jesús.
*****
Preguntas para el diálogo y la meditación:
¿Me he planteado alguna vez que el nivel de mi participación en la eucaristía es
termómetro de mi nivel de adhesión a la Iglesia?
¿Qué hago para mejorar cada día la calidad de mi participación en la santa misa?
Formación, preparación, atención.
¿Fomento y aporto lo que puedo para dignificar y embellecer las celebraciones
litúrgicas como epifanías del misterio de la Iglesia que tienen que ser?

Transcripción del tema de reflexión de marzo del boletín Velad y Orad que edita el Consejo Diocesano de la Adoración Nocturna de España de Málaga, pág. 16 y 17.

jueves, 2 de febrero de 2017

"Virgen de las Penas", vigilia de adoradores nocturnos día 3 de febrero. Tema de Reflexión.




Transcribimos el tema de reflexión para la vigilia de los adoradores nocturnos del turno "Virgen de las Penas" del viernes 3 de febrero del presente, se desarrollará en el Oratorio de la Cofradía de las Penas a partir de las 20 horas con el rezo de un misterio de los que componen el Santo Rosario en conjunto con los fieles y cofrades de las Penas que celebran dicho rezo, a continuación pasaremos a celebrar la Junta del Turno y trataremos el tema de reflexión para a luego pasar de nuevo al Oratorio y exponer a su Divina Majestad y celebrar propiamente la vigilia.


La Iglesia, (II)


Ya entre el pueblo de Israel era costumbre emplear la palabra sinagoga tanto para referirse al edificio dedicado al estudio y al culto como para hablar del pueblo creyente que en él se congregaba, convocado por Dios. El Pueblo era la sinagoga (los convocados) por el Señor. El lugar donde se reunía este Pueblo (particularmente tras el Exilio en Babilonia) se llamará sinagoga.
Los cristianos que como Jesús seguían, en un primer momento, acudiendo al culto sinagogal; pronto son excomulgados de las sinagogas y van a tener que reunirse solos, separados del pueblo judío, y en sus propias casas. Estas casas de familias cristianas donde se reunía más o menos establemente la comunidad de discípulos de Jesús (la Iglesia o convocatoria, término paralelo a sinagoga) comienzan a llamarse Domus Ecclesiae (casas de la Iglesia) y muy pronto, ellas mismas, iglesias.
Tal fenómeno sucede muy pronto, en época apostólica, como testimonian abundantemente tanto el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 4,11), como las cartas apostólicas. Por ello ya el mismo san Pablo aprovecha la imagen del edificio o de la edificación para presentar el misterio de la Iglesia (1Cor 3,9) y lo mismo hará san Pedro (1P 2, 1-17). El mismo Cristo, antes, en su predicación, ya usó estas imágenes (Mt 21, 42 y par.; vid. CEC 756).
La Iglesia edificación. 
En el Oficio de Lecturas de la Dedicación de una iglesia encontramos un precioso texto de Orígenes, el antiguo pensador alejandrino, de Egipto:
Todos los que creemos en Cristo Jesús somos llamados
piedras vivas…
Así lo afirma Pablo cuando nos dice: Estáis edificados
sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo  
Cristo Jesús es la piedra angular…
Pero en este edificio de la Iglesia conviene que también      
haya un altar. Ahora bien, yo creo que son capaces de 
llegar a serlo todos aquéllos que, entre vosotros, piedras
vivas, están dispuestos a dedicarse a la oración, para
ofrecer a Dios día y noche sus intercesiones, y a inmolarle
las víctimas de sus súplicas; ésos son, en efecto, aquellos
con los que Jesús edifica su altar….
(Homilía 9, 1-2; PG 12,871-872)
La imagen de la Iglesia cuerpo ya servía para identificar ministerios y carismas diversos, miembros, en la unidad del organismo. Ahora la imagen del edificio y del templo sirve para presentar esta variedad con gran expresividad sin perder tampoco la noción de la unidad orgánica del conjunto.
Será la celebración litúrgica en el edificio de piedra la que lo impregne de la presencia de la Iglesia Pueblo de Dios, que a su vez ve reforzada su estructura y ordenamiento por el espacio que la acoge y en el que desarrolla sus ritos propios.
Por eso será tan importante respetar en el espacio litúrgico los lugares propios de cada ministerio y cada cosa o acción. En el texto que hemos citado de Orígenes se identifica con el altar, como lugar del sacrificio y de la intercesión, a los orantes. Estos serán en primer lugar los sacerdotes (Obispos o Presbíteros) de los que dice en la Liturgia Romana el Común de Pastores: “este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo” (Responsorio breve, II Vísperas común de Pastores). Pero ante el altar, casi como prolongación del mismo, está una muchedumbre inmensa de orantes. ¿Cómo no ver a los/as adoradores de la Eucaristía reflejados en tal altar? Y ante la alusión al día y a la noche, ¿cómo no sentirse interpelados como Adoración Nocturna?
Estar en el altar significa particular dedicación a la oración y a la adoración, al sacrificio de inmolar la propia vida por amor unidos a Cristo. Esto se construye en la constancia, orando y adorando, orando y amando. Allí se aprende a estar unidos al Señor Jesús y a sus Pastores, allí se aprende a descubrir al Señor en pobres, menesterosos y enemigos, para servirlos como a Él.
En este punto es imprescindible recordar que Obispos y sacerdotes son altar no sólo cuando celebran en él los Divinos Misterios, singularmente la Eucaristía, sino también cada vez que a lo largo de su jornada prolongan esta Eucaristía bajo la forma de la oración y la adoración. Siendo así una sola cosa con Cristo Sacerdote y Víctima, son altar también cuando hacen de toda su vida una inmolación en favor de su Pueblo e incluso de todos los hombres. Pero de aquí se sigue que los sacerdotes tendríamos que encontrar en la oración y la adoración un elemento connatural a nuestro modo de ser, a nuestra vocación. La mucha actividad (las muchas cosas que hay que hacer) más que excusa para relegar la oración ha de ser exigencia o reclamo de la misma.
La presencia de orantes y adoradores laicos ante el altar de la Eucaristía será, junto con su intercesión y su amor en favor de los sacerdotes, estímulo eficaz para la santificación de los mismos. Y el Pueblo entero, viendo siempre arder el altar, encontrará en él ese faro salvador y guía, particularmente en los momentos de noche o de tormenta. La adoración, la adoración nocturna, es hoy muy necesaria para la Iglesia.
Haciendo arder el altar se hallan también, claro está, los contemplativos y contemplativas, cuyas vidas dan cohesión a este altar de la Oración de la Iglesia. Allí encontró su vocación santa Teresa del Niño Jesús, como leíamos el día de su fiesta (1 de octubre) en la segunda lectura del Oficio de Lecturas, allí descubrió el corazón de la Iglesia, que hace llegar el Amor de Dios hasta los extremos más remotos de su cuerpo. Así la pequeña Teresa desde su convento es Patrona de las misiones, como con su celo apostólico, viajando hasta los confines del Oriente, lo es san Francisco Javier.
            
Preguntas para el diálogo y la meditación
  1. ¿Sientes realmente tu pertenencia a la Iglesia como la respuesta a una vocación, a una llamada amorosa y personal de Dios? [Esto quieren recordarte las campanas cada vez que suenan llamándote a acudir a la iglesia].
  2. ¿Has hallado ya tu “lugar” en la Iglesia? ¿Qué haces para encontrarlo o para cuidarlo fiel y perseverantemente?
  3. Como adorador nocturno ¿te ves reflejado ante el altar, según el texto comentado de Orígenes? ¿Cómo vives tu relación con los Pastores de la Iglesia? ¿Rezas por tu cura? ¿Sabemos valorar y agradecer el don de los hermanos y hermanas de vida contemplativa?

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