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viernes, 12 de mayo de 2017

TEMA DE REFLEXIÓN PARA LA VIGILIA DE MAYO. LA IGLESIA (v)

La Iglesia en un mundo interreligioso.
        
            Desde la celebración del concilio Vaticano II ha cobrado especial alcance en la vida y reflexión de la Iglesia y sobre la Iglesia los temas del ecumenismo y del diálogo interreligioso. Recientemente la participación del papa Francisco en los actos sobre la figura de Martín Lutero han hecho que estos argumentos susciten el interés de todos.
           La Iglesia Católica sostiene como siempre su convicción de fe de ser la Iglesia fundada por Cristo, que se mantiene en la historia. Los números del 14 al 17 de la Lumen gentium son claves para afrontar como católicos esta delicada cuestión. 
           Así lo primero que nos recuerda el Concilio es:
           Cristo… al inculcar con palabras, bien explícitas, la necesidad de la fe y del bautismo (cf. Mc 16, 16; Jn 3, 5), confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que entran los hombres por el bautismo como por una puerta. Por eso no podrían salvarse los que,  sabiendo que Dios fundó, por medio de Jesucristo, la Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o perseverar en ella. 
         
  El Vaticano II (LG 14) afirma pues claramente la doctrina que arranca de los Padres y que sostiene que “fuera de la Iglesia no hay salvación”, pero la explica profundamente y en conexión con el conjunto de las verdades de la fe, particularmente la universal voluntad de salvación de Dios. Así lo recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 846-848) dejando claro:
  • Esta afirmación no se refiere a los que sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su Iglesia (n.847).
  • Dios, por caminos conocidos sólo por Él, puede llevar a la fe, “sin la que es imposible agradarle” (Hb 11, 6), a los hombres que ignoran el Evangelio sin culpa propia… (n.848).
  • … corresponde, sin embargo, a la Iglesia la necesidad y, al mismo tiempo, el derecho sagrado de evangelizar (n.848).
           Buscar la comunión a partir de lo que nos une.
           El Vaticano II nos pide a los católicos firmeza en nuestra fe. El diálogo con otros cristianos o con otras religiones, que forma parte de la misión de la Iglesia, no puede hacerse desde la equidistancia o el sincretismo, necesita humilde pero firme adhesión a la fe católica. El escepticismo no favorece la caridad, sino una tolerancia muchas veces indiferente.
           Pero la Iglesia nos invita a construir puentes y edificar comunión por medio de las semillas de la verdad presentes en cada ser humano y en cada confesión religiosa y esto desde el respeto más sagrado por la dignidad y conciencia de cada persona.
           Así enseña la Lumen gentium (n. 15):
           La Iglesia se siente unida por muchas razones con todos los que se honran con el nombre de cristianos a causa del bautismo, aunque no profesen la fe en su integridad o no conserven la unidad de la comunión bajo el sucesor de Pedro… 
           Y más adelante nos enseña (LG n. 16):
           Los que todavía no han recibido el Evangelio también están ordenados al Pueblo de Dios de diversas maneras. En primer lugar, sin duda, está aquel pueblo al que se le dieron la alianza y las promesas y del que nació Cristo según la carne (Rom 9, 4-5)… Pero el designio de salvación comprende también a los que reconocen al Creador. Entre ellos están, ante todo, los musulmanes… En efecto, los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna…
           Curiosamente esta actitud que puede parecer un deseo de “dejar hacer, dejar pasar” no es nada de eso en la enseñanza conciliar. Se presenta como el modo actual de ser Iglesia misionera. El mismo número 16 de la LG termina exhortando:
           Por eso la Iglesia pone todo su cuidado en favorecer las misiones para promover la gloria de Dios y la salvación de todos estos, recordando el mandamiento del Señor: “Proclamad el Evangelio a todos los hombres” (cf. Mc 16, 16).
           Del mismo modo el Catecismo hace seguir los números que hemos citado más arriba de un amplio apartado titulado “La Misión, exigencia de la catolicidad de la Iglesia” (nn. 849-856). Sí, ecumenismo, diálogo interreligioso y libertad religiosa no son frenos para la Misión o la Evangelización, sino dimensiones de la misma.
           La Eucaristía, fuente y cima. 
           En este contexto la Eucaristía se ha de ver como fuente que impulsa la misión y alienta la plenitud de la fe, llevando a cada fiel a ser misionero: “ite, missa est” (Vid. Catecismo n. 1332). Y, al mismo tiempo como el horizonte de la tarea Misionera, del Ecumenismo y del Diálogo interreligioso, en cuanto ella es culmen de la Iniciación cristiana y el Sacramento de la Fe. Así participar de un mismo Pan en una misma Mesa es la expresión de la plena comunión hacia la que la humanidad es llamada por la Iglesia Católica en Cristo Jesús y por la fuerza del Espíritu Santo, para cumplir el deseo del Padre: “que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al pleno conocimiento de la Verdad”.
           En la adoración eucarística, misteriosamente, Dios atrae a todos hacia sí y dispone los corazones y mentes de los adoradores para que se consagren a esta tarea eficazmente.


Preguntas para el diálogo y la meditación.

  • ¿He procurado entender y formarme para situarme según el querer de la Iglesia en materia de ecumenismo y diálogo interreligioso?
  • ¿Vivo mi condición de católico con espíritu misionero buscando como la Iglesia hoy me lo pide contagiar la fe y fomentar la comunión?
  • ¿Busco en cada Misa y en mis tiempos de adoración oír y acoger el deseo del Padre de que todos se salven y lleguen a la plenitud de la Verdad?

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