osé Gálvez Ginachero es uno de los pocos personajes nacidos en nuestra ciudad —muy dada al pronto olvido— del que los malagueños aún guardan el recuerdo de su nombre. A la base de esta singular circunstancia puede hallarse la impronta que dejó en muchos aspectos de la Málaga en que vivió, pues intensa fue la actividad que desplegó a lo largo de su vida y múltiples fueron las actividades que se vieron implicadas en el ámbito de su interés. Persona dotada de gran personalidad, aguda inteligente, capacidad emprendedora, sentido intuitivo y trabajadora, Gálvez Ginachero fue, ya desde pequeño, un alumno aventajado. Destacó por méritos propios en el campo de la medicina, primero como estudiante y más tarde como imaginativo emprendedor de iniciativas. Viajó por las universidades europeas de más prestigio y esto le sirvió para desarrollar su grandiosa vida profesional. Pero lo que mejor puede explicar la presencia del doctor Gálvez en la memoria malagueña es, como veremos, su dedicación incansable a la medicina y altruista preocupación por la atención clínica y hospitalaria; no poco influye en esta cuestión su comportamiento patriótico con los heridos de la campaña de Marruecos. Fue un hombre que hizo del trabajo una norma y de la caridad, un fin. Por todas estas razones, el exobispo de Málaga, monseñor Antonio Dorado, estimó oportuno abrir, el 13 de julio del pasado 2006, la causa de beatificación del famoso ginecólogo. En la ceremonia se nombró la comisión encargada de evaluar la oportunidad de esta solicitud, promovida por la familia del galeno malagueño y postulada por el deán de la Catedral, Francisco García Mota.
Infancia
José Gálvez Ginachero nació en Málaga un 29 de septiembre de 1866, un día muy lluvioso, según se recuerda en algunas publicaciones de la época. Fueron sus padres José Gálvez y Carmen Ginachero Vulpius. Con tan sólo 5 años ya tenía una despierta inteligencia y un mirar interrogante, lo que, unido a la seriedad del gesto, le daban expresión de una madurez superior a la de su edad. La influencia materna fue muy decisiva en su niñez, de tal manera que, incluso ya adulto, toda decisión o acto de alguna trascendencia eran avalados por su consejo u opinión.
Cursó la primera enseñanza en el colegio de San Rafael, donde ya empieza a destacar como alumno aventajado que siempre figura entre los punteros de la clase, obteniendo diplomas de alumno aventajado en todos los certámenes en los que interviene. Por esta época, fue distinguido con una medalla de plata como “Premio a la Aplicación” en un concurso convocado por la Diputación Provincial de Málaga.
Cumplidos los 8 años, ingresa en el Instituto General y Técnico de Segunda Enseñanza de la capital y, tras 5 años de brillantes calificaciones, obtiene el título de Bachillerato, el 11 de mayo de 1882, por la Universidad de Granada, con una calificación de ‘sobresaliente’.
Estudios superiores
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Fachada principal del Hospital Civil Provincial en la actualidad.
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En su juventud, no tuvo claro, en un comienzo, qué profesión iba a seguir. En un primer momento, pensó en ser arquitecto, idea que pronto abandona cuando siente una fuerte llamada al ministerio sacerdotal. Convencida de las posibilidades intelectuales del joven Gálvez, su madre, aunque creyente y católica practicante, ejerce sobre él toda su influencia maternal hasta que logra disuadirlo de lo que ella consideraba una decisión poco madura. Este aspecto de su intimidad espiritual no quedó del todo apagado en el fondo de su alma, como tendremos ocasión de comprobar más adelante en los profundos vínculos que se creó con lo religioso a lo largo de toda su vida.
Finalmente, se decide por ser médico, y, en 1882, recién concluido el Bachillerato, se matricula del primer curso de carrera en la Universidad de Granada. Durante su primer año de estancia en esta ciudad, conoce a Francisco Herrera Fernández, con quien traba una gran amistad. En segundo curso, obtiene ‘matrícula de honor’ en todas las asignaturas. A partir de aquí, su expediente académico se distingue por sus excelentes calificaciones.
En 1888, con tan sólo 22 años, obtiene el título de licenciado en Medicina. Este mismo año se traslada a Madrid para completar sus estudios superiores. Concretamente, el 31 de mayo de 1890 obtiene, con 24 años, el doctorado por la Universidad Complutense, con la calificación de ‘sobresaliente cum laude’.
En su afán de saber, entre 1890 y 1892, recorre las más famosas instituciones médicas de Europa. Amplió sus estudios en París, siendo discípulo de doctores de gran renombre, como Pinard, de Varnier y Farabeuf, entre otros. Será con estos grandes maestros con quienes va a adquirir su reconocida destreza en el quirófano. En Francia, conocerá también al prestigioso médico hispanocubano Joaquín Albarrán y Domínguez (1860-1912), quien le dará a conocer parte de su trabajo en el campo de la neurosis.
A finales de 1892, se traslada de París a Berlín para continuar su formación. Allí tendrá ocasión de estudiar en las aulas de los prestigiosos médicos Olshausen y Vert.
Convencido de la necesidad de la vida sana, desde muy temprano hizo suyo el principio de “mens sana in corpore sano”. Así, a diario tenía el hábito de realizar algún tipo de ejercicio, actividad que no dejaría de practicar ni siquiera en la cárcel, cuando estuvo detenido durante la Guerra Civil.
Vida profesional
El 27 de noviembre de 1893, nombrado por la Diputación de Málaga, ingresa como médico de Obstetricia en el Cuerpo Facultativo del Hospital Civil Provincial, centro hospitalario del que sería director años más tarde y donde hizo gala de lo aprendido en Granada, París y Alemania. Sus libros de visita registran la cifra aproximada de ciento cincuenta mil mujeres sólo en este Hospital, número excepcionalmente alcanzado por un profesional de la medicina.
Sus nuevas técnicas implantadas en cuanto a higiene y tratamiento para evitar la tasa de mortalidad entre madres y recién nacidos le hizo ser reconocido como el más prestigioso médico en la medicina ginecológica de su tiempo.
Una anécdota curiosa de esta época de su vida hace referencia a una cantaora malagueña, de dudosa reputación moral, conocida en el mundillo de la farándula por “la Trini”. Esta mujer fue ingresada para ser intervenida quirúrgicamente de un mal que la aquejaba, pero Gálvez, de arraigadas convicciones religiosas, le dijo que, antes de su operación, sería muy conveniente que se viera con un sacerdote para que arreglase sus controversias espirituales. Ella, mujer de un genio irreprimible, se negó diciendo que “¡Antes muerta que ver un cura!”, actitud personal que el doctor Gálvez respetó sin objeción. Una vez operada y ya dispuesta para recibir el alta médica, “la Trini” le manifestó explícitamente al médico que, antes de la intervención, y en un acto voluntario de convicción sincera, había hecho llamar a un sacerdote y que se había confesado.
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El Dr. Gálvez con su esposa y sus dos hijas.
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El 28 de junio de 1894, la Corporación Provincial acuerda asignarle un salario anual de 2.500 pts., estipendio que le asegura la permanencia en la clínica pero que no le basta para cubrir sus necesidades personales. Gálvez se decide entonces por preparar las oposiciones a Cirugía, que gana meritoriamente el 7 de enero de 1895.
Cabe decir que Gálvez Ginachero fue el primer ginecólogo cirujano en practicar en Andalucía una cesárea “post mortem”. El hecho tuvo sonado eco no sólo en Málaga, sino también en el mundo médico andaluz, y fue llevado a cabo el 13 de julio de 1898. El neonato venido al mundo de esta forma fue una niña, que, posteriormente, sería conocida como ‘la Niña de la Ciencia’, y de la que él sería poco después su padrino de bautismo.
Vida religiosa
De profundas convicciones religiosas y amante de su labor clínica, sus horas de jornada diaria eran distribuidas entre las prácticas religiosas, el trabajo de la medicina y la tutela familiar. En 1915, se inscribe en la iniciativa religiosa de la Sección Adoradora Nocturna, como adorador activo. En su Junta General celebrada el 8 de febrero de 1931, fue elegido presidente de dicha organización. El 19 de febrero de 1936, fue sustituido por Julio Fernández, el cual le nombró vicepresidente. Tras la Guerra Civil, fue otra vez nombrado presidente, cargo al que renuncia en 1947 por razones de trabajo.
Este espíritu profundamente cristiano se ponía de manifiesto en todas sus acciones y se apoyaba en un acentuado desprendimiento de los bienes materiales. Sus más destacadas virtudes fueron la piedad, el amor al trabajo y su caridad y era tenido por hombre de visita diaria a la Virgen de los Salesianos, María Auxiliadora y al Santísimo.
Su hogar fue un auténtico modelo de vida cristiana, siendo la oración una preocupación continua. Durante las operaciones, rezaba por el alma de los operados en el Hospital Civil. Antes de empezar una operación quirúrgica, hacía con el bisturí la señal de la cruz sobre la región que iba a ser objeto de intervención. Por otra parte, no son pocos los casos de enfermos que, al no poder ser atendidos en el Hospital Civil por falta de espacio o de personal, eran llevados a su clínica privada, donde eran curados sin cobrarles nada, sólo por el beneplácito de verles sanos y a salvo en sus manos.
En mayo de 1931, el doctor Gálvez vivió los horrores del anticlericalismo de los políticos malagueños con la proclamación de la II República, cuando el Palacio Episcopal fue quemado por unos jóvenes republicanos el 11 de ese mismo mes.
Las asociaciones obreras agrarias
Gálvez Ginachero y Félix Corrales Aparicio fueron artífices de la expansión del catolicismo obrero en los pueblos del valle del Guadalhorce y de la Costa del Sol Occidental, donde predominaban las pequeñas y medianas propiedades, sobre las cuales ellos fueron organizando pequeñas asociaciones de tipo religioso.
Estas asociaciones obreras agrarias de carácter católico estaban tuteladas por la jerarquía eclesiástica y presentaron una diferenciada incidencia geográfica. En el norte del país, con una mayor implantación, los sindicatos católicos funcionaron de manera cooperativista, crearon cajas de ahorro y tomaron medidas beneficiosas, como los créditos agrícolas. También realizaron una labor social y educativa muy significativas, como la puesta en funcionamiento de escuelas nocturnas para los obreros y colegios para niños.
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Carlos de Haya, capitán de aviación y esposo de Josefina, segunda hija del Dr. Gálvez.
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La hoy muy atractiva localidad de Campanillas había sido uno de los primeros lugares de la provincia de Málaga donde se constituyó un sindicato de marcado carácter religioso. En efecto, a principios de 1919, en la iglesia parroquial se formalizó el Sindicato Agrícola Católico de Campanillas, cuyo primer presidente fue Félix Corrales Aparicio, administrador del Cortijo Quintana, propiedad del doctor Gálvez.
Gálvez Ginachero, presidente del Colegio de Médicos
El 15 de junio de 1921, Gálvez Ginachero resulta elegido por votación presidente del Colegio de Médicos de Málaga, en reconocimiento a su importancia en el campo de la Medicina y por sus dotes como personaje relevante en la vida pública malacitana.
El año siguiente, el 20 de octubre de 1922, recibe la noticia de su designación como consiliario segundo de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, de la que en 1923 ocupa el cargo de director, con varias interrupciones por motivos políticos. Ese mismo año, es nombrado también director del Hospital Provincial.
No obstante el reconocimiento que su labor merecía por todas partes, también tuvo detractores, particularmente entre sus compañeros del Colegio de Médicos, que discreparon de su gran dedicación en muchos de los ámbitos de la vida pública y médica de Málaga. De este modo, en la llamada “Moción de Censura al Dr. Gálvez”, redactada por un miembro de la Junta Directiva del Colegio Médico entrante después de su renuncia de éste, puede leerse: “Desde hace algunos años, el Colegio Médico de Málaga era un feudo para el Presidente D. José Gálvez. Los componentes de la Junta por él presidida, y que en las últimas elecciones verificadas ocuparon sus cargos ante la indiferencia de la clase médica malagueña y con el concurso de algunos Delegados Gubernativos que condujeron hasta el pie de la urna donde se efectuaba la votación, a unos cuantos médicos rurales, nada podía hacer en beneficio de sus compañeros por muy buena voluntad que tuviera.”
La verdad es que la moción prosperó porque se fundamentaba en muchas circunstancias que se ajustaban a la realidad. El doctor Gálvez era alcalde de Málaga, Médico-Director del Hospital Civil, Decano de la Beneficencia Provincial, Director de la Casa Maternidad de Madrid y Presidente del Colegio de Médicos, en otros muchos cargos, todo lo cual, lógicamente, le menguaba el tiempo necesario para ocuparse con detenimiento y seriedad a cualquiera de las titularidades cuya responsabilidad le había sido confiada. Muchos cargos simultáneos. Ésta fue la causa de su fracaso. Y lo peor es que en esa Junta había valiosos elementos que hubieran servido perfectamente para ostentar los intereses de la comunidad médica y hospitalaria, pero su presidente, el doctor Gálvez, no hacía ni dejaba hacer. La eterna historia del perro del hortelano…
Vida personal
En 1904, el doctor Gálvez contrae matrimonio con María Moll Sampelayo en una ceremonia que se celebró en la Capilla del Hospital Noble. Con ella tuvo tres hijos: María del Carmen, Josefina y José. El benjamín de la familia siguió los pasos de su padre dedicando su vida a la medicina. Sus dos hijas se casaron con Joaquín García Morato y Carlos de Haya González de Ubieta, respectivamente, ambos militares de reconocido prestigio pertenecientes al cuerpo de la aviación española.
Su casa, ubicada en el número uno de la calle Cister, fue construida entre 1717 y 1720 por encargo de María Agustín, viuda del capitán Blas de Zea. Durante el reinado de Isabel II (1843-1868), fue Casa Consistorial, hasta que el edificio fue desmantelado durante la revolución liberal de 1868 (la “Gloriosa”). Posteriormente, fue Casa de Correos, hasta que la familia Gálvez lo adquiere para restaurarlo y utilizarlo como vivienda. Se trata de un caserón grande de estilo barroco. En su fachada hay dos grandes escudos, uno corresponde a los Zea y el de la izquierda a los Salvatierra de Torrox. A principio de los años setenta del pasado siglo, fue declarado monumento histórico-artístico.
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El capitán de aviación Joaquín García Morato, casado con María del Carmen, primera hija del Dr. Gálvez.
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Tres fueron los rasgos más señalados de su personalidad: la piedad, el laconismo y el trabajo. Así se puede definir su vida completa, ya que estos rasgos eran significativos y siempre actuaba a partir de ellos. Todas sus lecturas se basaban en libros científicos y nunca leyó novela ni poesía. Hay que destacar su caridad, ya que rechazó la herencia de sus padres para dársela a su hermana viuda. Era un hombre de voluntad férrea, temperamento típicamente alemán, parquedad de expresión, humildad y carencia absoluta de vanagloria, pero no por la rectitud y severidad de su carácter estaba exento de cariño y afabilidad en el trato hacia los que le rodeaban. También disfrutaba de un agudo sentido del humor.
Gálvez Ginachero y la Ginecología
Desde tiempo atrás, la Diputación Provincial de Madrid regentaba la Casa de Maternidad e Inclusa de la calle Mesón de Paredes. A pesar de estar en la capital del Reino, era un edificio casi en ruinas y las estadísticas de mortalidad de las madres eran enormes.
En una visita que realizó a esta ‘pseudoclínica’, el doctor Gálvez tuvo la idea de reformarla, idea que comunicó de inmediato a Amalia Loring, marquesa de Silvela, quien se ofreció a prestar desinteresadamente su ayuda desde aquel preciso instante. Se renovó el edificio en muchas de sus prestaciones, quedando convertido en la Casa y Clínica de Maternidad de Madrid.
Pero el doctor Gálvez quería mejorar aún más esa casa. Con esas miras, acudió de nuevo a la marquesa de Silvela para que transmitiese esos propósitos a la reina madre, doña María Cristina, la cual apoyó y ayudó a que se crease la Casa de Salud de Santa Cristina, que sería inaugurada en 1924 por Alfonso XIII y de la que Gálvez fue nombrado director. De este modo, José Gálvez fue cofundador de la casa de la salud de Santa Cristina en Madrid, institución modelo en su tiempo y que arrastra su fama hasta nuestros días
También se hizo cargo de la enseñanza teórica y práctica de las matronas o comadronas. Tuvo empeño en formarlas, ya que las consideraba completamente necesarias como auxiliares de los médicos para la atención de las pacientes. Así, tras sus actuaciones en Madrid, vio cumplido uno de sus sueños con la ayuda de doña Amalia Loring: la creación de las Escuelas de Matronas de Madrid, en calle O´Donell, y de Málaga. Añádase a lo anterior, la idea que tuvo, junto con Francisco García Guerrero, de construir una “Casa de Socorro modelo”, que finalmente se llevó a la práctica.
Alcalde Málaga
Durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera, el doctor Gálvez resultó nombrado alcalde de Málaga el 3 de octubre de 1923, responsabilidad que ostentó hasta el 10 de abril de 1926. No militó en ningún partido político y casi todas las obras que propuso durante su responsabilidad consistorial se llevaron a cabo satisfactoriamente.
Como primer edil de Málaga, redactó el Proyecto del Plan General de Grandes Reformas de Málaga, que comprendía: obras en la red de alcantarillado, mejora y acondicionamiento de la traída de agua desde Torremolinos para el abastecimiento de la ciudad, pavimentación de calzadas y aceras, construcción de nuevas escuelas y la construcción de más hospitales.
De igual manera, durante su alcaldía, se celebró la Exposición de Málaga, inaugurada el 17 de agosto de 1924, que tuvo gran resonancia nacional e internacional. Además, el conjunto de viviendas y el entorno territorial que conformaban lo que hoy se llama Torremolinos quedaron anexionados a Málaga como parte de su municipio.
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El Dr. Gálvez con una promoción de alumna de la Escuela de Matronas fundada por él.
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No escatimó en ayuda personal y filantrópica para cuantas instituciones benéficas, hospitalarias, profesionales e incluso deportivas le eran solicitadas. Aprovechó esta etapa para dotar al Hospital Civil de los mejores servicios y prestaciones económicas, ya que la institución dependía de la beneficencia municipal.
Al poco tiempo de ser nombrado alcalde, empieza a pensar en la necesidad de abandonar su labor consistorial, al darse cuenta de que esa dedicación le estaba apartando en exceso de su profesión de médico. No obstante, no será hasta casi tres años más tarde, el 21 de mayo de 1926, cuando presente su dimisión.
Al terminar su mandato, el cabildo municipal hizo constar que “puso toda su buena voluntad e inteligencia al servicio de los intereses de Málaga, sacrificándose moral y materialmente en el desempeño de su cargo”, y propuso al pleno municipal su nombramiento como Alcalde Honorario en atención a su esmerado y extenso servicio a la ciudad, que el doctor Gálvez aceptó.
Manuel Pérez Brian, que posteriormente fue alcalde, escribió: “Málaga no podrá olvidar nunca el paso por su Casa Capitular del doctor Gálvez Ginachero, durante el cual se hizo acreedor al título de Alcalde Honorario, que tan justamente le fue más tarde otorgado por el Consejo Municipal”.
El doctor Gálvez y la II República
El 27 de mayo de 1931, proclamada ya la II República, el presidente del Gobierno Provisional republicano de Málaga, de manifiesta trayectoria antirreligiosa y anticlerical, destituye al doctor Gálvez del cargo de consiliario segundo de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, función que había desempeñado desde su nombramiento en octubre de 1922.
El 10 de agosto de 1932, mientras salía del hospital, fue detenido por sospechoso de conspirar contra el régimen y estuvo tres días detenido. Fue liberado gracias a un informe proveniente de Madrid alegando su inocencia y a la clamorosa manifestación que protagonizaron en su favor los enfermos de lepra que había en el hospital, que le profesaban un gran cariño.
Después de ser puesto en libertad, estimó conveniente borrar de su vida todo matiz que pudiera vincularlo o relacionarlo con la política. El 26 de septiembre de 1932, presenta la dimisión del cargo de Decano y Director del Hospital Provincial, que es aceptada sin comentario alguno el 30 de ese mismo mes.
La Guerra Civil
A los poco meses de haberse iniciado la Guerra Civil, el doctor Gálvez, cuando se hallaba en Málaga buscando documentación sobre los nacionales, fue hecho prisionero por una patrulla republicana en febrero de 1937 y conducido al cuartel de la FAI, ubicado en el colegio de los Salesianos, donde fue sometido a un severo interrogatorio por espionaje.
El tribunal que se constituyó para juzgarlo le interrogó con insultos, tildándolo de burgués que vive a costa de la sangre de los pobres, y le preguntaron si trabajaba. Don José les contestó con sangre fría: «Más que vosotros, que seguramente habréis nacido en mis brazos a altas horas de la noche y después, al llegar el día, a pesar de ello, he continuado mi trabajo en el hospital curando las enfermedades de vuestras madres. Vosotros tenéis horas fijas de descanso: yo no». Los anarquistas quedaron admirados con aquella respuesta y, después de comprobar la declaración y constatar la vida ejemplar de aquel hombre, se apresuraron a llevarlo al sanatorio.
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Don Jesús Corchón Martínez, primer director de la Escuelas del Ave María de Málaga, fotografiado con una promoción de la sección de Formación Profesional.
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Pero el trago más amargo que sufrió el doctor Gálvez durante este periodo bélico se debió al amargo trance de ver a su hija Josefina, casada con el capitán Carlos de Haya González, famoso piloto del ejército de Franco, convertida en rehén de los rojos y encarcelada en los sótanos del Gobierno Civil, estando embarazada de mellizos. Luego, con la huida de los republicanos hacia Almería, en los albores de la caída de Málaga, fue trasladada a Valencia. Por fin, este asunto quedó felizmente zanjado cuando Josefina fue canjeada por Arthur Koestler, escritor británico de origen húngaro, miembro del Partido Comunista y colaborador de Stalin.
Por otra parte, María del Carmen Gálvez Moll, hermana mayor de Josefina, también estaba casada con otro aviador, el laureado comandante Joaquín García-Morato Castaño, as de ases de la Aviación Nacional.
Lamentablemente, ambas hermanas se quedaron viudas muy jóvenes. Carlos de Haya pereció en acción de guerra en el frente de Teruel el 21 de febrero de 1938, al ser derribado por los rojos el avión que pilotaba, y Joaquín García-Morato encontraría la muerte nada más terminada la Guerra Civil, el 4 de abril de 1939, a los 36 años de edad, cuando se estrelló con su aparato Fiat 3-51 unos metros antes de llegar al aeródromo de Griñón, tras haber tomado unas vistas aéreas para una película de guerra.
Las nietas del José Gálvez recuerdan también su actuación durante la Guerra Civil, que, como hombre creyente y de condición humanitaria, salvó la vida de muchos malagueños de uno y otro bando, a quienes escondía en su clínica haciéndolos pasar por enfermos o por los que intercedía ante el Gobierno Civil.
Las escuelas del Ave María
El doctor Gálvez fue también cofundador de las Escuelas del Ave María en Málaga. En efecto; el 23 de julio de 1943, José Gálvez y siete personas más crean el Patronato de la fundación denominada Escuelas del Ave María. Su objetivo era prestar ayuda a los niños de las clases más desfavorecidas de la ciudad, siguiendo el ejemplo de las de Granada, creadas por el padre Andrés Manjón. Ciertamente, algunas ya funcionaban en Málaga desde 1906, cuando fueron creadas por Diego López Linares, aunque lo hacían con muchas dificultades por la escasez de medios.
El 5 de agosto de 1943 se firmó la Escritura fundacional con 26 artículos, más uno transitorio. En ella se hacía constar los miembros fundadores, las condiciones de la institución y el espíritu que los animaba. También se dejaba constancia de que los bienes con que se iniciaba procedían de la herencia de María Moll, esposa difunta de José Gálvez.
El canónigo y director de las Escuelas del Ave María, Jesús Corchón, dijo del doctor Gálvez: «Don José, como aquel adalid de la ciencia pedagógica, don Andrés Manjón, no le ha estorbado ser un genio para sentir en su corazón las miserias de la parte más débil de la humanidad, que es la infancia... por la acción de la caridad cristiana... con el bisturí que lo único que raja es el interesado egoísmo y el propio bolsillo, para cicatrizar las heridas que este viejo vicio y la falta de compasión cristiana dejaron frescas y aún sangrantes en el tierno corazón infantil».
Su jubilación
El 29 de septiembre de 1936, el doctor Gálvez cumplía los 70 años y se acercaba la fecha de su jubilación, la cual le fue admitida el 10 de octubre. Este proceso se llevó a efecto en una sesión en la que se dice que es jubilado forzosamente por razón de edad y se le asigna una pensión equivalente a las cuatro quintas partes del sueldo regulador (6.560 pesetas).
El 30 de septiembre de 1946, al cumplir sus 80 años, la Diputación Provincial y el Cuerpo de Médicos de su Beneficencia le dedican un homenaje en el hospital. El 5 de octubre de ese mismo año, se creó el “Premio Gálvez Ginachero”, con el objetivo de otorgarlo anualmente al mejor trabajo inédito, de tema libre y sin límites de extensión.
Últimos días
El trabajo continuo fue el talismán de su larga vida. Gracias al constante deporte, siempre gozó de buena salud. Ya en su vejez, se obsesionó y tenía mucho temor a la muerte.
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El Dr. Gálvez con el profesor Olivakrona, fotografiado en los jardines de La Alcazaba, con motivo de una visita de éste a Málaga.
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Renunció a la herencia paterna en beneficio de una hermana viuda. Murió tras haber repartido, entre sus familiares y sus innumerables obras benéficas, todo lo que ganó durante su dilatada vida profesional. No dejó a sus hijos prácticamente nada de lo mucho que había ganado. «Como lo he ganado, lo he gastado. Calificadlo de vanidad o de caridad», fue la explicación que dio en el lecho de muerte.
En los últimos días de enero de 1952, sus fuerzas van mermando considerablemente. El 19 de febrero, sus extremidades inferiores no responden a la voluntad. Su gravedad empeora día a día. El día 29 de abril, pierde toda relación sensorial y el obispo acude a visitarlo. Cuando éste se marcha, su corazón late por última vez. José Gálvez Ginachero, el “Doctor Gálvez”, fallece el día 30 por la mañana y a los 86 años de edad.
Se instala la capilla ardiente en la iglesia del Hospital Civil Provincial. La santa misa de corpore insepulto fue oficiada por el obispo de Málaga, más tarde cardenal Ángel Herrera Oria, quien recordó al médico malagueño con el siguiente escrito: «Ornamento y gloria de su ciudad natal, sigue, después de muerto, haciendo bien a sus convecinos, porque el recuerdo de sus virtudes y la imagen perenne de su vida ejemplar e inmaculada son, para todos los malagueños, una exhortación constante a pasar por este mundo como pasó él, fue discípulo del divino Maestro, derramando beneficios».
Su sepelio constituyó una rotunda manifestación de duelo, especialmente entre las clases populares.
Reconocimientos
Alfonso XIII le concedió la Gran Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco en julio de 1922, como premio a su altruista labor y comportamiento patriótico con los heridos de la campaña de Marruecos, distinción que le impuso el general Cano Ortega, entonces Gobernador Militar de Málaga, en un acto celebrado en el Hospital Civil Provincial el 30 de noviembre de 1923.
Málaga le levantó un monumento en los jardines de la Catedral, en la fachada norte, frente al Hospital que lleva su nombre y que fue su residencia. El busto, obra del escultor Adrián Risueño, dice lo siguiente: “Al Doctor Gálvez Ginachero, insigne malagueño que consagró su vida al servicio de España, de la Ciencia y de la Caridad Cristiana. Mayo, 1944”.
El 23 de mayo de 1947, se le concede la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, y el 22 de febrero de 1952, pocos meses antes de morir, el Consejo de Ministro le otorga la Medalla de Oro del Trabajo. Se dice que cuando fueron a imponerle esta última Medalla, poco antes de morir, el ministro le preguntó si deseaba alguna cosa y éste le respondió: «Una borriquilla para las Hermanitas de los Pobres. Como se ha muerto la que tenían, ya no pueden hacer la compra y la necesitan».
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Busto del Dr. Gálvez, situado en el primer patio del Hospital Civil Provincial y erigido en su honor con motivo de sus Bodas de Oro en el centro.
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La piedad, caridad y profesionalidad del doctor Gálvez han quedado recogidas en el proceso de beatificación que se inició el 13 de julio de 2006 por el monseñor Antonio Dorado Soto, obispo de Málaga. Trece mil folios recogen los testimonios de su vida. Una comisión de teólogos ya ha analizado su vertiente religiosa y queda por constituirse una comisión de historiadores que estudie su vida en el contexto de la época.
El doctor Manuel Bustamante ha escrito: “Nunca soportó que algo dejara de tenerse a disposición de la enferma, por caro, escaso en el mercado o difícil o trabajoso de conseguir. Y como así fue desde el primer momento de su actuación, se impuso moral y científicamente”. Y el doctor Diego Narbona, discípulo del doctor Gálvez, ha escrito: “Toda su actuación profesional ha estado revestida, lo mismo que su vida privada, de un hondo sentido de dignidad, revalorizando el concepto que el pueblo tiene de la profesión médica. De él se puede decir lo que alguien dijo de los antiguos castellanos: que trabajaban como si fueran a vivir eternamente y vivían como si fueran a morir en aquel instante. Es tan elevado el concepto de moral médica que, ante dudas, siempre me pregunté: ¿qué hubiera hecho en este caso don José?”
Sus obras escritas
No tuvo mucho tiempo en su vida para escribir, pero lo que escribió tuvo gran resonancia médica en su momento. En su producción escrita hay dos fases: una primera, contenida en las ‘historias clínicas’ que redactó de su mano, y otra segunda, constituida por esporádicos trabajos traducidos en una ponencia al “II Congreso Español de Obstetricia, Ginecología y Pediatría”, celebrado en Madrid con la denominación de Indicaciones del tratamiento quirúrgico de las inflamaciones pelvianas.
Realizó algunas publicaciones en revistas de la especialidad, como es el caso de Impresiones clínicas acerca del tratamiento del cáncer uterino del radio, publicada en la “Revista Española de Obstetricia y Ginecología” (1916). Un trabajo titulado Criterio terapéutico en las estenosis pélvicas, aparecido en las publicaciones de la Maternidad de Santa Cristina.
Añádase también las conferencias: Tuberculosis y embarazo, pronunciada en el Ateneo de Ciencias de Málaga (1929); Cardiopatías y embarazo, en la I Reunión de Antiguos Alumnos de la Facultad de Medicina de Granada (1933), y Apendicitis y embarazo, en un curso organizado por el Hospital Provincial de Málaga (1934).
Tiene en su haber, además, el interesante prólogo que encabeza la Obstetricia para Matronas, por el doctor F. Orengo y Díaz del Castillo (1949), y su artículo sobre la ‘Historia del Hospital Provincial de Málaga’, publicado en el número 1 de los Anales de ese establecimiento, aparecido en 1946. Nadie mejor que él para esa labor, ya que vivió 58 años entre sus paredes.
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