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jueves, 2 de febrero de 2017

"Virgen de las Penas", vigilia de adoradores nocturnos día 3 de febrero. Tema de Reflexión.




Transcribimos el tema de reflexión para la vigilia de los adoradores nocturnos del turno "Virgen de las Penas" del viernes 3 de febrero del presente, se desarrollará en el Oratorio de la Cofradía de las Penas a partir de las 20 horas con el rezo de un misterio de los que componen el Santo Rosario en conjunto con los fieles y cofrades de las Penas que celebran dicho rezo, a continuación pasaremos a celebrar la Junta del Turno y trataremos el tema de reflexión para a luego pasar de nuevo al Oratorio y exponer a su Divina Majestad y celebrar propiamente la vigilia.


La Iglesia, (II)


Ya entre el pueblo de Israel era costumbre emplear la palabra sinagoga tanto para referirse al edificio dedicado al estudio y al culto como para hablar del pueblo creyente que en él se congregaba, convocado por Dios. El Pueblo era la sinagoga (los convocados) por el Señor. El lugar donde se reunía este Pueblo (particularmente tras el Exilio en Babilonia) se llamará sinagoga.
Los cristianos que como Jesús seguían, en un primer momento, acudiendo al culto sinagogal; pronto son excomulgados de las sinagogas y van a tener que reunirse solos, separados del pueblo judío, y en sus propias casas. Estas casas de familias cristianas donde se reunía más o menos establemente la comunidad de discípulos de Jesús (la Iglesia o convocatoria, término paralelo a sinagoga) comienzan a llamarse Domus Ecclesiae (casas de la Iglesia) y muy pronto, ellas mismas, iglesias.
Tal fenómeno sucede muy pronto, en época apostólica, como testimonian abundantemente tanto el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 4,11), como las cartas apostólicas. Por ello ya el mismo san Pablo aprovecha la imagen del edificio o de la edificación para presentar el misterio de la Iglesia (1Cor 3,9) y lo mismo hará san Pedro (1P 2, 1-17). El mismo Cristo, antes, en su predicación, ya usó estas imágenes (Mt 21, 42 y par.; vid. CEC 756).
La Iglesia edificación. 
En el Oficio de Lecturas de la Dedicación de una iglesia encontramos un precioso texto de Orígenes, el antiguo pensador alejandrino, de Egipto:
Todos los que creemos en Cristo Jesús somos llamados
piedras vivas…
Así lo afirma Pablo cuando nos dice: Estáis edificados
sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo  
Cristo Jesús es la piedra angular…
Pero en este edificio de la Iglesia conviene que también      
haya un altar. Ahora bien, yo creo que son capaces de 
llegar a serlo todos aquéllos que, entre vosotros, piedras
vivas, están dispuestos a dedicarse a la oración, para
ofrecer a Dios día y noche sus intercesiones, y a inmolarle
las víctimas de sus súplicas; ésos son, en efecto, aquellos
con los que Jesús edifica su altar….
(Homilía 9, 1-2; PG 12,871-872)
La imagen de la Iglesia cuerpo ya servía para identificar ministerios y carismas diversos, miembros, en la unidad del organismo. Ahora la imagen del edificio y del templo sirve para presentar esta variedad con gran expresividad sin perder tampoco la noción de la unidad orgánica del conjunto.
Será la celebración litúrgica en el edificio de piedra la que lo impregne de la presencia de la Iglesia Pueblo de Dios, que a su vez ve reforzada su estructura y ordenamiento por el espacio que la acoge y en el que desarrolla sus ritos propios.
Por eso será tan importante respetar en el espacio litúrgico los lugares propios de cada ministerio y cada cosa o acción. En el texto que hemos citado de Orígenes se identifica con el altar, como lugar del sacrificio y de la intercesión, a los orantes. Estos serán en primer lugar los sacerdotes (Obispos o Presbíteros) de los que dice en la Liturgia Romana el Común de Pastores: “este es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo” (Responsorio breve, II Vísperas común de Pastores). Pero ante el altar, casi como prolongación del mismo, está una muchedumbre inmensa de orantes. ¿Cómo no ver a los/as adoradores de la Eucaristía reflejados en tal altar? Y ante la alusión al día y a la noche, ¿cómo no sentirse interpelados como Adoración Nocturna?
Estar en el altar significa particular dedicación a la oración y a la adoración, al sacrificio de inmolar la propia vida por amor unidos a Cristo. Esto se construye en la constancia, orando y adorando, orando y amando. Allí se aprende a estar unidos al Señor Jesús y a sus Pastores, allí se aprende a descubrir al Señor en pobres, menesterosos y enemigos, para servirlos como a Él.
En este punto es imprescindible recordar que Obispos y sacerdotes son altar no sólo cuando celebran en él los Divinos Misterios, singularmente la Eucaristía, sino también cada vez que a lo largo de su jornada prolongan esta Eucaristía bajo la forma de la oración y la adoración. Siendo así una sola cosa con Cristo Sacerdote y Víctima, son altar también cuando hacen de toda su vida una inmolación en favor de su Pueblo e incluso de todos los hombres. Pero de aquí se sigue que los sacerdotes tendríamos que encontrar en la oración y la adoración un elemento connatural a nuestro modo de ser, a nuestra vocación. La mucha actividad (las muchas cosas que hay que hacer) más que excusa para relegar la oración ha de ser exigencia o reclamo de la misma.
La presencia de orantes y adoradores laicos ante el altar de la Eucaristía será, junto con su intercesión y su amor en favor de los sacerdotes, estímulo eficaz para la santificación de los mismos. Y el Pueblo entero, viendo siempre arder el altar, encontrará en él ese faro salvador y guía, particularmente en los momentos de noche o de tormenta. La adoración, la adoración nocturna, es hoy muy necesaria para la Iglesia.
Haciendo arder el altar se hallan también, claro está, los contemplativos y contemplativas, cuyas vidas dan cohesión a este altar de la Oración de la Iglesia. Allí encontró su vocación santa Teresa del Niño Jesús, como leíamos el día de su fiesta (1 de octubre) en la segunda lectura del Oficio de Lecturas, allí descubrió el corazón de la Iglesia, que hace llegar el Amor de Dios hasta los extremos más remotos de su cuerpo. Así la pequeña Teresa desde su convento es Patrona de las misiones, como con su celo apostólico, viajando hasta los confines del Oriente, lo es san Francisco Javier.
            
Preguntas para el diálogo y la meditación
  1. ¿Sientes realmente tu pertenencia a la Iglesia como la respuesta a una vocación, a una llamada amorosa y personal de Dios? [Esto quieren recordarte las campanas cada vez que suenan llamándote a acudir a la iglesia].
  2. ¿Has hallado ya tu “lugar” en la Iglesia? ¿Qué haces para encontrarlo o para cuidarlo fiel y perseverantemente?
  3. Como adorador nocturno ¿te ves reflejado ante el altar, según el texto comentado de Orígenes? ¿Cómo vives tu relación con los Pastores de la Iglesia? ¿Rezas por tu cura? ¿Sabemos valorar y agradecer el don de los hermanos y hermanas de vida contemplativa?

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