La Iglesia (X) Con tu
servidor el papa Francisco, con nuestro obispo Jesús… Estamos
acostumbrados a escuchar en cada Plegaria Eucarística, cada vez que
participamos en la Eucaristía, estas palabras y nos pueden terminar
pasando desapercibidas. Hoy vamos a detenernos en ellas tratando de
descubrir su trasfondo, de modo que esto nos ayude a vivir mejor cada
Eucaristía. Una consideración precipitada puede llevarnos a pensar
que se trata de una especie de recordatorio piadoso del Papa, de
nuestro obispo, del colegio episcopal, del clero y, finalmente, del
conjunto del pueblo de Dios (memorial de los vivos). Pero eso lo
hacemos en la oración universal (o de los fieles). Aquí, en la
Plegaria Eucarística se trata de otra cosa: de celebrar en la
comunión de la Iglesia. Como bien enseña el Catecismo (CEC nn.
1117-1121) los sacramentos son de la Iglesia. Los sacramentos son “de
la Iglesia” en el doble sentido de que existen “por ella” y
“para ella”… (CEC n. 1118). Y prosigue explicando: formando con
Cristo-Cabeza “como una única […] persona mística”, la
Iglesia actúa en los sacramentos como “comunidad sacerdotal”,
“orgánicamente estructurada”; gracias al Bautismo, el pueblo
sacerdotal se hace apto para celebrar la liturgia; por otra parte,
algunos fieles “que han recibido el sacramento del Orden están
instituidos en nombre de Cristo para ser los pastores de la Iglesia
con la palabra y la gracia de Dios”. No podemos participar en la
Eucaristía, ni por lo tanto vivir una auténtica vida cristiana,
fuera de esa unidad orgánicamente estructurada de la Iglesia. La
celebración de la Misa, que nos muestra los bienes en los que
comulgamos, la Palabra de Dios, el Sacramento, la Oración… nos
muestra también, que todos esos bienes de comunión, que se resumen
en uno, Jesucristo, no se pueden recibir sino con “la Esposa”, en
la Iglesia de Cristo, como Él la fundó bajo Pedro y con los
Apóstoles (hoy el Papa y los Obispos), pueblo de Dios. La fe, la
esperanza y la caridad se viven con la Iglesia de Cristo. 8 Tema de
reflexión, octubre 2017 Pero esta realidad teológica nos obliga a
algunas reflexiones importantes: a) La Iglesia, conocida y vivida
así, se representa espejo y sensibilización fuerte de Jesucristo y
de la entera Trinidad, de Dios. Una Iglesia muy bella y atrayente,
santa, digna de admiración y estremecimiento, gloriosa. Sí, y todo
eso porque el don que Dios vierte en ella para bien de todos, es más
fuerte que los pecados de sus miembros. Es la Iglesia de las
celebraciones litúrgicas “revestida”, congregada, estructurada,
en el orden y la armonía de Dios. Es la Iglesia de la santidad, del
testimonio hasta el martirio, de las virtudes heroicas y la purísima
caridad. Nos viene bien reconocernos en ella y aprender a amarla, aun
en medio de nuestras flaquezas. b) Al mismo tiempo, vernos así en la
Iglesia, implica una llamada personal y comunitaria a la conversión
y a la reforma, para mantener el doble vínculo entre Iglesia
celebrante e Iglesia militante y entre santidad eclesial y santidad
de sus miembros. La Iglesia siempre está llamando a sus miembros a
la conversión y la santidad y siempre está reformándose en cuanto
estructura histórica. No debemos sustraernos a esta dinámica
revivificante. Cuestionario para reflexión o diálogo en grupo.
¿Procuras vivir la Eucaristía, celebrada, comulgada y adorada como
vivencia eclesial? O ¿es para ti más un elemento solo de tu piedad
personal y de tus compromisos religiosos? ¿Buscas encontrar en la
santa Misa la belleza y santidad de la Iglesia de la que formas
parte? O ¿predomina una atención sobre lo concreto del aquí y
ahora (como árboles que no dejan ver el bosque)? ¿La Celebración
litúrgica y el testimonio de santidad en la Iglesia de todos los
tiempos se convierten para ti en llamada concreta a la conversión y
deseo de servicio a la reforma eclesial?
No olvidar llevaros manual, boletín y emblema.
Recordad la petición que nos hace nuestro Director Espiritual de invitar a la vigilia a familiares, amigos o conocidos, al menos uno, cada uno de nosotros.
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