Temas de
reflexión
Agosto 2018
Eucaristía y
Doctrina Social de la Iglesia.
Eucaristía y
trabajo humano (8).
Introducción.
En su origen,
a finales del siglo XIX, la cuestión social se presentó como un conflicto entre
“capital” (ligado a la propiedad) y “trabajo” (ligado a la clase obrera). El
salto que para la producción supuso la “industrialización” no sólo suponía el
respaldo de un desarrollo científico, con la aportación de las máquinas, sino
que requería grandes aportes de capital y de mano de obra. Los países o
regiones donde la economía hasta entonces imperante, basada en la agricultura y
ganadería, el comercio y las antiguas manufacturas, habían permitido el ahorro,
vieron aquí un cauce rentable para dar mayor rentabilidad a esas acumulaciones
de capital. Allí nació el “capitalismo” y se dio un fuerte impulso a la
industrialización. Pero la expansión industrial no sólo requería capital, hacía
falta mano de obra, pero a ésta no se le dio un valor equiparable. Si el
rendimiento del capital, sus beneficios, se vieron como algo evidente, el
aporte del trabajo se consideró más bien como una oportunidad para la
subsistencia individual. No se reconocía el derecho del trabajador a
beneficiarse de las plusvalías que generaba la producción, que se convertían
sólo en rendimiento del capital y capacidad para renovar la maquinaria. La
respuesta a esta situación la dieron los llamados “socialismos”, que
evolucionan de posiciones más especulativas o idealistas (utopías) a posiciones
más políticas (revolucionarias). Pero este socialismo político o pragmático
(particularmente el marxista) se centra en la supresión de la propiedad privada
de los medios de producción y tiende a un estatalismo que, como la historia ha
mostrado, se convirtió en un “capitalismo de Estado”. La vía más socialista,
representada por el “anarquismo”, contraria tanto al capitalismo como al
estatalismo no consiguió abrirse paso estable en ningún lugar (tal vez, por
ignorar la verdad del ser humano herido por el pecado).
La Iglesia
nunca se mostró entusiasta ante la emergencia del capitalismo, que como han
estudiado sociólogos e historiadores de la economía, se desarrolló más
cómodamente en el mundo cultural protestante. Pero, cuando los planteamientos
económicos y sus desajustes se convirtieron en conflictos sociales por todos
los países cristianos, la voz de la Iglesia se hizo oír. Fue León XIII con su
encíclica Rerum novarum (Las cosas nuevas; CDSI p. 138)
el primero en ofrecer una visión moral cristiana sobre el análisis de la
situación y los conflictos sociales que estaba generando. Desde entonces los
Papas no han dejado de aportar al debate social su peculiar aportación, hasta
la reciente encíclica Laudato si’ del Papa Francisco. Ni la
encíclica de León XIII, ni las sucesivas intervenciones del Magisterio en
materia social son un bajar a la arena política o económica por parte de los
Pastores de la Iglesia para, en el mismo nivel que “capitalismo” y
“socialismo”, ofrecer una “tercera vía” o una “vía media” entre los dos
excesos. La enseñanza de la Doctrina Social no es una “alternativa”, es una luz
o un enriquecimiento para la reflexión madura y objetiva que se espera de unos
y otros, de todos los hombres de buena voluntad. En esta materia, la enseñanza
del Magisterio, que habla siempre para ayudar a formar la conciencia y
consolidar la fe de los fieles, es también una fuerte defensa del Orden Natural
o de Creación, válida para la razón que busca la verdad, válido para todo ser
humano de buena voluntad.
Aspectos bíblicos.
En este debate
concreto, la gran aportación de la Doctrina Social de la Iglesia, que nace de
la revelación bíblica (CDSI pp 133-139) es la relación entre el trabajo y la
persona, entre el trabajo y la dignidad humana. El nexo entre trabajo y
semejanza divina del ser humano, a fin de cuentas. Y esto, necesariamente,
obliga a redimensionar en la economía real el valor concedido al trabajo, tanto
como a desplegar la importancia del trabajo en el desarrollo integral de la
persona, frente a las corrientes hedonistas que denigran el trabajo por la
hipoteca de la fatiga y aspereza que el pecado arrojó sobre él (CDSI n. 256, pp
133-134). Al mismo tiempo, el trabajo se presenta sometido u orientado al
“descanso divino”, genera riqueza, ayuda a que el ser humano cumpla su
vocación, pero no es el fin supremo para él. Su fin se ve proféticamente
enunciado y se pregusta en el “descanso sabático” y para los cristianos en la
celebración de la Liturgia, singularmente en el Domingo y en la Eucaristía.
La dignidad del trabajo y el derecho al trabajo.
Bajo estos
epígrafes de la dignidad (CDSI pp. 139-147) y del derecho al trabajo (CDSI pp.
147-153) el Compendio trata multitud de cuestiones desde las relaciones
trabajo-capital, pasando por la relación entre trabajo y propiedad privada o el
derecho al descanso (al ocio o tiempo libre, diríamos hoy); además, bajo el
epígrafe del derecho se tocan las obligaciones del Estado y la Sociedad para
asegurar el derecho a un trabajo digno (cuestión hoy candente ante el problema
del paro laboral), las cuestiones de conciliación entre trabajo y vida familiar
o el salario familiar, la incorporación de la mujer al mundo del trabajo fuera
del hogar, el delicado tema de las migraciones o el trabajo infantil, sin
olvidar las peculiares circunstancias del trabajo en el mundo rural.
Derechos de los trabajadores y solidaridad entre los
trabajadores.
Agrupamos aquí
nuevamente otros dos epígrafes del Compendio, el de los derechos (CDSI pp.
154-156) y el de la solidaridad (CDSI pp. 156-158). El primero, que trata de la
dignidad y respeto de los trabajadores y sus derechos y de lo que se ha de
considerar “justa remuneración”, en relación también con la distribución de la
renta o el reconocimiento efectivo del aporte del trabajo a la generación de
los beneficios, inseparable del desarrollo de la productividad y del trabajo
bien hecho. No deja de afrontarse la cuestión del “derecho a la huelga”, que es
para el pensamiento socialista un símbolo y un tabú, pero que se ve desde la
Doctrina Social de un modo mucho más objetivo y contextualizado. Por lo que se
refiere a la solidaridad entre los trabajadores, la cuestión de la opción de
“clase” se redimensiona en la larga tradición cristiana que, aprovechando
algunas intuiciones ya presentes en el mundo antiguo, supo dar vitalidad
evangélica a las mismas creando la red de solidaridad de las “hermandades”. El
Compendio plantea junto a éstas y a su versión laica, los sindicatos, nuevas
formas de solidaridad destinadas a generar un “nuevo sindicalismo”. San Juan
Pablo II con su magisterio sobre el trabajo (encíclica Laborem exercens)
y el modelo polaco del sindicato “Solidaridad” han sido propuestas de este
desarrollo desde el planteamiento teórico y los intentos de aplicación práctica
de estas líneas de desarrollo. Hoy, el sindicalismo socialista (de clase) se
encuentra en una profunda crisis de la que se habla poco.
Las “res novae” del mundo del trabajo.
Este epígrafe
final (CDSI pp. 158-164) trata de tomar en cuenta que hoy vivimos una
transformación tanto o más radical de la economía y la sociedad, que la que dio
origen a la “cuestión social” y a la “revolución industrial”, la era de las
“nuevas tecnologías” y de la “globalización”. Estamos en el ojo del huracán de
una nueva era y no es fácil pensar y tomar posiciones. El Directorio habla de
una “transición epocal” (nn. 310-316, pp. 158-161). La Doctrina Social de la
Iglesia insiste en la importancia de las decisiones humanas (posiciones
sociales, leyes, acuerdos internacionales) para salvaguardar los grandes
principios, la persona, la familia, el bien común (también a nivel
internacional).
La “crisis
económica” que hemos vivido en los recientes años pasados obliga a una seria
reflexión sobre sus verdaderas causas. Muy probablemente, aun no es una crisis
cerrada, pese a la superación gradual de algunos de sus signos más graves,
muchos economistas reconocen que la “crisis” es de valores humanos, de
principios éticos en la Sociedad. Particularmente grave puede ser el llamado “post-humanismo”
o “trans-humanismo”, que con una fe ilimitada en las posibilidades de las nuevas
tecnologías sueña un mundo en el que los seres humanos se superan a sí
mismos y “crean” unos seres humano-robóticos, que ya no conocerán
ni enfermedad ni dolor ni sufrimiento. Unida esta tendencia a la “ideología de
género”, que propone seres humanos por encima de la naturaleza (que “optan”
entre muy diversas opciones de género), que escapan incluso a la procreación
natural (superando así totalmente, dicen, las diferencias entre hombres y
mujeres), se nos presenta una realidad social radicalmente nueva, pero
digámoslo, donde el ser humano juega a ser un dios. Todo esto tiene su reflejo
en la organización del trabajo, aunque va mucho más allá del trabajo y de la misma
economía. La revolución de las nuevas tecnologías requiere en todos los
campos un fortalecimiento paralelo de los valores morales y éticos, como
propugna la Doctrina Social de la Iglesia; de no ser así éstos pueden
llevarnos, so pretexto de progreso y más “libertades individuales”, a la mayor
tiranía que jamás ha conocido la humanidad.
Trabajo y piedad eucarística.
En todo este
contexto que estamos presentando y que muestra la importancia y necesidad, para
todos los católicos (que tenemos que ejercer nuestras responsabilidades
políticas, sindicales y económicas) de una sólida formación sobre la Doctrina
Social de la Iglesia, emerge una peculiar aportación de cuantos vivimos de un
modo especial la gracia de pertenecer a una asociación eucarística. La
participación fructuosa en la celebración y la comunión eucarística, así como
muy especialmente los tiempos prolongados de adoración eucarística nos
hacen vivir y manifestar el lugar del ser humano en la creación, la justa
importancia del trabajo, pero sobre todo, su orientación a entrar en el
descanso de Dios. Nuestras Vigilias de Adoración Eucarística,
vividas con verdad y profundidad espiritual, son una exaltación del Orden dado
por Dios a la creación entera. Una proclamación pública del sentido de la vida
humana y del sentido de todas las realidades, que nos rodean. Una defensa del
ser humano y su dignidad. Un alegato frente al economicismo y a todas las
formas de materialismo. Con razón, a lo largo de la historia del cristianismo
la piedad eucarística ha sido siempre fuente de inspiración para una caridad
efectiva y un dinamismo apostólico innovador.
Preguntas para la reflexión y el diálogo.
¿Conocemos la enseñanza de la
Iglesia sobre el trabajo humano? ¿Quiénes han leído la encíclica de san Juan
Pablo II “Laborem exercens”?
¿En tu experiencia como adorador
nocturno, de qué modo las Vigilias vividas te han ayudado a vivir el sentido de
tu trabajo? ¿Cómo has conciliado las obligaciones del trabajo y las de tu vida
cristiana?
¿En qué modo crees que la
Adoración Nocturna, como asociación, puede, desde su “carisma”, aportar una
ayuda eficaz a afrontar, como comunidad cristiana, los retos actuales del
trabajo?
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