El sueño de San José de Vicente López Partaña, Museo del Prado (cuadro no expueto) |
A
finales del presente año se cumplirán 150 años de la proclamación de san José
como patrono de la Iglesia universal (1)*, por el papa beato Pío IX. En el 500
aniversario de esta proclamación, el papa Benedicto XV publicó el Motu propio
“Bonum sane et salutare”, de fecha 25 de julio de 1920, en el que destaca el
incremento del culto al esposo de María por “la aparición de una no
interrumpida serie de Institutos que indican que el culto al santísimo
Patriarca está sensiblemente creciendo entre los fieles cristianos hasta nuestros
días”. De igual modo, insiste en que, debido a las graves y dramáticas
consecuencias de la primera guerra mundial, ”al contemplar de cerca las acerbas
penalidades que afligen hoy al género humano parece que debemos fomentar mucho
más intensamente en el pueblo este culto y propagarlo más extensamente”.
El
papa Benedicto XV señala tres aspectos de la vida cotidiana de los hombres en
los que san José ejerce un importante patrocinio: el trabajo, en especial de
quienes lo realizan en situación de mayor modestia, la vida de familia y la protección
de la buena muerte. En estos tres aspectos cabe sintetizar la vida de cualquier
cristiano. La protección de san José sobre la Iglesia universal se concreta,
por tanto, en el caso de cada fiel, en los distintos avatares de su vida
cotidiana. La llamada a la santidad de cada cristiano, conlleva un llamamiento
de fidelidad al cumplimiento de la voluntad de Dios. A ejemplo de nuestro
modelo, el Patriarca José, debemos hacer aquello que Dios quiere de nosotros.
Un
autor (2)*, en su amplia obra josefina, muestra que “san José, custodio paterno de
María y del Hijo de Dios, cabeza de la familia de la que, por designio divino, había
de surgir la universal familia de los Hijos de Dios que es la Iglesia, tiene
confiada a su solicitud y protección paterna a toda la Iglesia”. Al santo
Patriarca, por tanto, debemos “sentirlo cada día presente en nuestra vida
cotidiana; es decir, en toda nuestra vida, en la familia, en el trabajo, en las
alegrías y en las penas, en las dificultades y en las soluciones providenciales
de las mismas, que cada día sentimos; en la disposición confiada para la buena
muerte por la que esperamos pasar a la vida eterna”. Así cabe expresar el pleno
sentido de nuestro culto a san José, patrono de la vida cotidiana.
Por
eso, el Papa exhorta, en su Motu propio:
“aprendan
todos en la escuela de san José a mirar todas las cosas que pasan bajo la luz
de las cosas futuras que permanecen y, consolándose, por las incomodidades de
la humana condición, con la esperanza de los bienes celestiales, a encaminarse
hacia ellos, obedeciendo a la voluntad de Dios”.
Esta
exhortación papal, dirigida a todos los obispos del orbe católico, concluye con
la petición de que los fieles imploren “el auxilio de san José, tanto más insistentemente
cuanto es más adverso el tiempo a la causa cristiana” y muestra además, cómo la
Sede Apostólica “ha aprobado vario modos de venerar al Santo Patriarca, ante
todo, cada miércoles del año y por un mes entero determinado”. Por tanto,
expresa el anhelo de que “se practiquen todos ellos, de ser posible, en todas
las diócesis”.
1. La Lámpara del Santuario (4a época) No 12 (1/04/2018) pág. 20
2. Francisco Canals Vidal. La Montaña de San José (marzo-abril 1987)
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