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jueves, 4 de febrero de 2016

Clausura del Año de la Vida Consagrada (Catedral de Málaga). Homilía que pronunció el Excmo.y Rvdmo. Sr. D. Jesús Catalá Ibañez.

JORNADA DE LA VIDA CONSAGRADA
EN LA FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
CLAUSURA DEL AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA
(Catedral-Málaga, 2 febrero 2016)
Lecturas: Ml 3, 1-4; Sal 23, 7-9.10; Hb 2, 14-18; Lc 2, 22-40.
La vida consagrada, profecía de la misericordia
1. A los cuarenta días del nacimiento en Belén del Hijo de Dios, la Virgen María y su esposo José entraron en el templo llevando al pequeño Jesús en sus brazos para presentarlo al Señor (cf. Lc 2, 22). También nosotros, cuarenta días después de haber celebrado la Navidad, somos presentados por nuestra madre la Iglesia ante el Dios vivo y verdadero, para renovar la ofrenda de nosotros mismos al Señor, presididos por el obispo.

Damos gracias a Dios por su llamada y por el regalo del carisma que nos ha concedido a cada uno: «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo, en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén» (Sal 116, 12-13.18-19).
El anciano Simeón quería ver al Mesías y pudo contemplarlo y tenerlo en sus brazos (cf. Lc 2, 26-28). El Señor le concedió vivir ese momento y ver la salvación y la luz, que iluminaría a todos los pueblos (cf. Lc 2, 30-32). El Señor os ha concedido, queridos consagrados, no solo ver al Salvador del mundo, sino ser llamados por Él para seguirle y hacerlo presente en medio de los hombres.
La profecía de Simeón incluía ser signo de contradicción y bandera discutida (cf. Lc 2, 34). Vuestra vida también incluye esta dimensión profética de ser signo de contradicción y testimonio contra corriente. Estáis llamados a ser profecía de la misericordia en un mundo necesitado de amor e indiferente a la presencia de Dios.
2. Con la celebración litúrgica de la Presentación del Señor clausuramos el Año Jubilar de la Vida Consagrada. Con este motivo la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica acaba de celebrar un Encuentro en Roma, del 28 de enero al 2 de febrero, con la participación de más de cuatro mil personas de especial consagración procedentes de todo el mundo.
Bajo el lema “Vida consagrada en comunión. El fundamento común en la variedad de las formas”, ha habido momentos de encuentro, vigilias de oración y de reflexión sobre la especificidad de las distintas formas de consagración con una mirada profética hacia el futuro. El objetivo ha sido conocer mejor el gran mosaico de la vida consagrada, vivir la comunión, redescubrir la única llamada en la variedad de las formas y comenzar juntos el camino en el Jubileo de la Misericordia, que nos invita a ser rostro de la misericordia del Padre, testigos del amor de Dios y constructores de una fraternidad vivida con autenticidad, siendo profetas de la misericordia.
Éste es nuestro deseo para todos vosotros, llamados por Dios a vivir una especial consagración, enraizada en el bautismo.
3. El papa Francisco ha remarcado en el Encuentro de los consagrados que la Iglesia y el mundo esperan de vosotros: profecía, cercanía y esperanza.
Respecto a la profecía la Iglesia y el mundo esperan que proclaméis con vuestra vida la realidad y la supremacía de Dios. Tal vez nuestro testimonio no es lo suficientemente transparente y claro para que los otros puedan contemplar el rostro misericordioso de Dios, que es el de un Padre, «compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia» (Sal 102, 8).
“La profecía es proclamar a la gente que existe un camino de felicidad, de grandeza, una calzada que te llena de gozo, que es precisamente el camino de Jesús” (Papa Francisco, Encuentro con los participantes en el Jubileo de la Vida Consagrada, Vaticano, 1.02.2016). Se trata de hacer de la propia vida una profecía.
4. En cuanto al término “cercanía”, Dios-Padre nos enseña en su Hijo Jesús cómo acercarse al hermano. Él se acercó a cada persona, compartió la alegría de los esposos de Caná de Galilea (cf. Jn 2,1-11) y la angustia de la viuda de Naín (cf. Lc 7, 11-16); resucitó a la hija de Jairo (cf. Lc 8, 49-56); aceptó en Betania ser perfumado con nardo por una mujer pecadora (cf. Mc 14, 3-9); curó a enfermos y endemoniados (cf. Lc 4, 40-41), y cargó con el pecado y los sufrimientos de la humanidad, hasta dar su vida en rescate por todos.
Los consagrados estáis invitados a imitar la cercanía de Jesús a los hombres. Seguir a Cristo significa hacer lo que Él hacía, compartiendo las alegrías y las penas de las personas y mostrando el rostro paternal de Dios y la caricia maternal de la Iglesia, anunciando el Evangelio y cumpliendo las obras de misericordia.
5. La tercera palabra que el papa Francisco ha dicho a los consagrados ha sido “esperanza”: “Dando testimonio de Dios y de su amor misericordioso... podéis infundir esperanza en nuestra humanidad, marcada por diversas angustias y temores y tentada a veces de desaliento” (Ibid.).
La esperanza en el Señor no debe perderse por la constatación de la falta de vocaciones; bien conoce el Señor las necesidades de la Iglesia y los problemas de la sociedad. La esperanza ha de estar puesta siempre en Dios; no en el número ni en la cualificación de los consagrados, y menos aún en las estrategias para mantener a toda costa los proyectos congregacionales o comunitarios.
6. Al clausurar el Año de la Vida Consagrada, agradecemos a Dios este tiempo propicio, que nos ha regalado para profundizar y dar a conocer esta forma de especial consagración.
Y nos animamos mutuamente a celebrar el Jubileo de la Misericordia, recibiendo con gozo el perdón y mostrando el rostro misericordioso de Dios-Padre.
Pedimos a la Santísima Virgen María, Madre de Misericordia, mujer que engendró a Cristo, rostro de la misericordia del Padre, que acompañe siempre a todas las personas de especial consagración y les ayude a ser profecía de la misericordia. Amén.


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