JORNADA DE LA VIDA CONSAGRADA
EN LA FIESTA DE LA PRESENTACIÓN
DEL SEÑOR
CLAUSURA DEL AÑO DE LA VIDA
CONSAGRADA
(Catedral-Málaga, 2 febrero 2016)
Lecturas: Ml 3, 1-4; Sal 23,
7-9.10; Hb 2, 14-18; Lc 2, 22-40.
La vida consagrada, profecía de
la misericordia
1. A los cuarenta días del
nacimiento en Belén del Hijo de Dios, la Virgen María y su esposo José entraron
en el templo llevando al pequeño Jesús en sus brazos para presentarlo al Señor
(cf. Lc 2, 22). También nosotros, cuarenta días después de haber
celebrado la Navidad, somos presentados por nuestra madre la Iglesia ante el
Dios vivo y verdadero, para renovar la ofrenda de nosotros mismos al Señor,
presididos por el obispo.
Damos gracias a Dios por su
llamada y por el regalo del carisma que nos ha concedido a cada uno: «¿Cómo
pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo
el pueblo, en el atrio de la casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén» (Sal 116,
12-13.18-19).
El anciano Simeón quería ver al
Mesías y pudo contemplarlo y tenerlo en sus brazos (cf. Lc 2, 26-28).
El Señor le concedió vivir ese momento y ver la salvación y la luz, que
iluminaría a todos los pueblos (cf. Lc 2, 30-32). El Señor os ha concedido, queridos
consagrados, no solo ver al Salvador del mundo, sino ser llamados por Él para
seguirle y hacerlo presente en medio de los hombres.
La profecía de Simeón incluía ser
signo de contradicción y bandera discutida (cf. Lc 2, 34). Vuestra vida
también incluye esta dimensión profética de ser signo de contradicción y
testimonio contra corriente. Estáis llamados a ser profecía de la misericordia
en un mundo necesitado de amor e indiferente a la presencia de Dios.
2. Con la celebración litúrgica
de la Presentación del Señor clausuramos el Año Jubilar de la Vida Consagrada.
Con este motivo la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las
Sociedades de Vida Apostólica acaba de celebrar un Encuentro en Roma, del 28 de
enero al 2 de febrero, con la participación de más de cuatro mil personas de
especial consagración procedentes de todo el mundo.
Bajo el lema “Vida consagrada en
comunión. El fundamento común en la variedad de las formas”, ha habido momentos
de encuentro, vigilias de oración y de reflexión sobre la especificidad de las
distintas formas de consagración con una mirada profética hacia el futuro. El
objetivo ha sido conocer mejor el gran mosaico de la vida consagrada, vivir la
comunión, redescubrir la única llamada en la variedad de las formas y comenzar
juntos el camino en el Jubileo de la Misericordia, que nos invita a ser rostro
de la misericordia del Padre, testigos del amor de Dios y constructores de una
fraternidad vivida con autenticidad, siendo profetas de la misericordia.
Éste es nuestro deseo para todos
vosotros, llamados por Dios a vivir una especial consagración, enraizada en el
bautismo.
3. El papa Francisco ha remarcado
en el Encuentro de los consagrados que la Iglesia y el mundo esperan de
vosotros: profecía, cercanía y esperanza.
Respecto a la profecía la Iglesia
y el mundo esperan que proclaméis con vuestra vida la realidad y la supremacía
de Dios. Tal vez nuestro testimonio no es lo suficientemente transparente y
claro para que los otros puedan contemplar el rostro misericordioso de Dios,
que es el de un Padre, «compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en
clemencia» (Sal 102, 8).
“La profecía es proclamar a la
gente que existe un camino de felicidad, de grandeza, una calzada que te llena
de gozo, que es precisamente el camino de Jesús” (Papa Francisco, Encuentro
con los participantes en el Jubileo de la Vida Consagrada, Vaticano, 1.02.2016).
Se trata de hacer de la propia vida una profecía.
4. En cuanto al término
“cercanía”, Dios-Padre nos enseña en su Hijo Jesús cómo acercarse al hermano.
Él se acercó a cada persona, compartió la alegría de los esposos de Caná de
Galilea (cf. Jn 2,1-11) y la angustia de la viuda de Naín (cf. Lc 7,
11-16); resucitó a la hija de Jairo (cf. Lc 8, 49-56); aceptó en
Betania ser perfumado con nardo por una mujer pecadora (cf. Mc 14,
3-9); curó a enfermos y endemoniados (cf. Lc 4, 40-41), y cargó con
el pecado y los sufrimientos de la humanidad, hasta dar su vida en rescate por
todos.
Los consagrados estáis invitados
a imitar la cercanía de Jesús a los hombres. Seguir a Cristo significa hacer lo
que Él hacía, compartiendo las alegrías y las penas de las personas y mostrando
el rostro paternal de Dios y la caricia maternal de la Iglesia, anunciando el
Evangelio y cumpliendo las obras de misericordia.
5. La tercera palabra que el papa
Francisco ha dicho a los consagrados ha sido “esperanza”: “Dando testimonio de
Dios y de su amor misericordioso... podéis infundir esperanza en nuestra
humanidad, marcada por diversas angustias y temores y tentada a veces de
desaliento” (Ibid.).
La esperanza en el Señor no debe
perderse por la constatación de la falta de vocaciones; bien conoce el Señor
las necesidades de la Iglesia y los problemas de la sociedad. La esperanza ha
de estar puesta siempre en Dios; no en el número ni en la cualificación de los
consagrados, y menos aún en las estrategias para mantener a toda costa los
proyectos congregacionales o comunitarios.
6. Al clausurar el Año de la Vida
Consagrada, agradecemos a Dios este tiempo propicio, que nos ha regalado para
profundizar y dar a conocer esta forma de especial consagración.
Y nos animamos mutuamente a
celebrar el Jubileo de la Misericordia, recibiendo con gozo el perdón y
mostrando el rostro misericordioso de Dios-Padre.
Pedimos a la Santísima Virgen
María, Madre de Misericordia, mujer que engendró a Cristo, rostro de la
misericordia del Padre, que acompañe siempre a todas las personas de especial
consagración y les ayude a ser profecía de la misericordia. Amén.
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