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domingo, 8 de mayo de 2022

Vigilia viernes 20 de mayo 2022. y "Mansedumbre" por Luis de Trelles.


 Celebraremos la vigilia ordinaria de este mes el viernes 20 de mayo del presente a las 20 horas en el Oratorio de la Hermandad de las Penas.

Las intenciones de esta vigilia va por el aumento de las vocaciones sacerdotales. 

Tras el rezo del Santo Rosario de nuestro Manual de Adoradores será el Tiempo de Pascua de la página 385 por donde comenzaremos las lecturas y oraciones.

Antes en el turno de reflexión y tratándose del mes de María trataremos sobre la Virgen de Fátima, de la que se cumplen 105 años desde su aparición. 

El Papa Francisco nos dice en Evangelii Gaudium: "Nosotros hoy fijamos en ella la mirada, para que nos ayude a anunciar a todos el mensaje de la salvación, y para que los nuevos discípulos se conviertan en agentes evangelizadores; vivamos mirando a María y volveremos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño, En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes".


A continuación os dejo con el escrito de nuestro fundador D. Luis de Trelles y Noguerol en las virtudes eucarísticas publicadas en la Lámpara del Santuario 1870, pág.84 y 85.

MANSEDUMBRE

 

§ 1) ¿Cómo acertaríamos a explicar esta virtud predilecta del Salvador, practicada en la sagrada eucaristía de una manera mística y no menos perfecta?

§ 2) Concupiscencia e ira son los dos orígenes del pecado en el hombre. La parte irascible es tan congénita a su condición, como que la caracteriza y distingue. Somos apellidados hijos de ira.

§ 3) El Salvador del mundo dijo en el evangelio: "Aprended de mí, que soy manso."

§ 4) Lo compararon los profetas a la paloma y al cordero y al que no rompe la caña cuarteada, ni apaga la paja que humea. Apenas una vez se mostró enojado en su vida mortal y, por la gloria de su Padre eterno, se le vio despedir con cierto rigor a los vendedores del Templo, porque estaba escrito: "El celo de tu casa me consumió y el oprobio de los que te despreciaron cayó sobre mí."

§ 5) La mansedumbre del Señor era una cualidad tal de su adorable persona, que llamaba la atención de los paganos; excitaba la ira de los fariseos y escribas, y como que recordaba a cada momento que su misión era de paz y de amor, que había venido a servir y no a ser servido, con el objeto de adoctrinar y enseñar con la palabra y el ejemplo, que no de juzgar y castigar al culpable.

§ 6) Su mansedumbre brilló en su pasión, porque callaba, hasta el punto de que se admirasen vehementemente los jueces, según la frase del evangelista.

§ 7) Su mansedumbre se vio en la cruz, en donde, hallándose en el mayor de los suplicios, pidió por sus verdugos y rogó por sus perseguidores.

§ 8) Pero no se ostenta menos esta virtud en su vida eucarística.

§ 9) ¡Cuántos ultrajes recibe allí! ¡Cuántos desprecios! ¡Cuántas irreverencias! ¡Cuántas ingratitudes y sacrilegios él, que es omnipotente, sin volverse jamás contra los autores de tanta iniquidad!

§ 10) Niégale el incrédulo, insúltale el judío, despréciale el católico o el cristiano tibio, profánale el sacrílego, desatiéndele el acólito irreverente, tómale en la mano el sacerdote indigno, le saca, le trae y le lleva al comulgatorio y le guarda luego bajo llave; condúcele al lecho mortuorio del precito; expónenle en el santo ostensorio al tibio fervor, al poco respeto, al desprecio tal vez, acaso a presenciar el horrendo sacrilegio que se va a cometer a su vista y con su aquiescencia, y él, monarca infinitamente poderoso, rodeado de sus ángeles, escoltado por las almas piadosas, no desmiente su notoria mansedumbre.

§ 11) Allí, como en el Calvario, pide por los que le ultrajan, impetra y ruega reverente y fervoroso por sus ofensores y repite aquella bella palabra: "Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen."

§ 12) Como si dijese: "No me conocen en mi presencia real, no hacen atención a mi residencia de amor." Y, como si la bondad fuese título para abusar, por lo mismo que el rey de cielos y tierra está allí anonadado, sin apariencias ni séquito a la vista ni atributos sensibles, el menguado mortal osa desconocer las misericordias del Señor y tener en menos sus mercedes. 

§ 13) ¡Pluguiera a su divina majestad que, levantando una punta de aquella blanca nube, que le encubre en el sagrario, sintiésemos latir bajo las especies sacramentales aquel dulcísimo y apasionado corazón, abrasado de amor y rebosando de deseos de misericordia, y nos encendiese en caridad!

§ 14) Habríamos de admirar ¡con qué anhelo daría el Salvador su vida otra vez por el más abyecto de los pecadores que le ofenden!

§ 15) ¡Qué afectos no encierra para todos nosotros! ¡Cuán viva y eficaz es su sed de salvar a los que se pierden!

§ 16) Por eso, representando el dechado perfectísimo de la caridad, no se aira.

§ 17) La mansedumbre es la más alta concentración de su infinito poder, pues no vindica la ofensa, ni siquiera se permite la menor idea de venganza.

§ 18) La mansedumbre es la mar bonancible del corazón, que no se mueve ni turba su sereno continente a pesar de las tempestades que se levantan improvisamente.

§ 19) La mansedumbre es la perfecta paz del alma en la que es tal la bondad, que no se altera con la injuria, ni se aira con la ofensa, ni se venga del ultraje, ni castiga al que le ataca ni siquiera alimenta el menor deseo de expiar el mal que recibe con el que puede infligir a otro.

§ 20) El manso es un cristal puro que no se empaña, un mar sereno que no riza siquiera sus aguas con el huracán de las pasiones de otro, un cielo diáfano y puro que no oscurece una nube sola, un agua cristalina sin el menor grano de cieno, un día clarísimo sin noche, una luna llena sin fases, un sol claro sin mancha en su disco, un alma, en fin, serena y apacible, tranquila y dueña de sí propia, en quien Dios se refleja como en límpido espejo y en cuyos senos no se pierde jamás el don altísimo de la caridad perfecta.

§ 21) ¡Ah! divina virtud de la mansedumbre cuyo ejemplar, incomparable como el de todas, es el Verbo hecho hombre, cuya intensidad incomprensible nos muestra la fe en la hostia sacratísima.

§ 22) Os veo en ella, Dios mío, manso y dulce como amante y cariñoso pastor, esperando en la custodia el ósculo de la dulce reconciliación que deseáis hacer con el hombre pecador. Mis ojos, alumbrados por la fe, os descubren sirviendo de intercesor y de ángel custodio de los hombres y de las sociedades que reniegan de vos.

§ 23) Oigo allá, en el fondo de mi alma, vuestra fervorosa oración, Dios mío, elevándose al Padre, como en la cruz, deteniendo su justicia, templando sus venganzas, separando sus azotes; y a vuestra mansedumbre debemos todos, pueblos e individuos, unos días más para convertirnos y la misericordia que aplaza el castigo merecido.

§ 24) Sí, porque se ha escrito que el azote no se acercará a vuestro santo tabernáculo. LS- 1870, p. 81




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