El conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia es una tarea de dedicación y esforzado estudio para tener una visión clara de la misma y sin embargo es una de las claves para la evangelización de la fe de Nuestro Señor hoy día, en principio y para tener un acercamiento a la misma quiero partir de el entendimiento de la Justicia que debe inspirar a los cristianos usando palabras de nuestro Santo Juan Pablo II, a conticuación, un resumen del compendio de la DSI para matizar el terreno y la ubicación de la misma. Conocer los principios de la DSI y saber que su base es siempre la Palabra, el Evangelio, el Amor, por eso en esta introducción incluyo los puntos 580 al 583 del compendio, que no es otra que la construcción de la civilización del amor. El amor entendido como el « amor social » se sitúa en las antípodas del egoísmo y del individualismo. En base a este compendio que se presentó ya hace algo más de un década, allá en octubre de 2004, todas las diócesis del mundo se guían por la misma. Empecemos adentrándonos con estas lecturas preeliminares para en diferentes artículos ir profundizando. Encomendémonos a la Santísima Virgen para ello.
LA JUSTICIA.
Los cristianos/as no pueden cruzarse de brazos esperando que
la justicia caiga, por encanto, de las manos
de Dios. No es una lucha “Contra
alguien” sino a favor de la mayoría de los pobres y sencillos del pueblo. Dios
ilumina y fortalece a quienes se comprometen y dan la cara, a quienes tienen
hambre y sed de justicia. El amor por el hombre y, en primer lugar, por el
pobre, en el que la Iglesia ve a Cristo, se concreta en la promoción de la
justicia… no se trata solamente de dar lo superfluo, sino de ayudar a pueblos
enteros —que están excluidos o marginados— a que entren en el círculo del
desarrollo económico y humano. Esto será posible no sólo utilizando lo
superfluo que nuestro mundo produce en abundancia, sino cambiando sobre todo
los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras
consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad. Juan Pablo II.
¿QUÉ ES LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA? ¿Qué es la DSI?
La DSI es un patrimonio de enseñanzas que se organizan sistemáticamente: es un
cuerpo de enseñanza elaborada en el seno de la Iglesia, como respuesta
histórica a los problemas económicos y sociales. Esta enseñanza se presenta en
documentos de diverso rango: encíclicas, exhortaciones apostólicas,
radiomensajes, cartas apostólicas, pastorales. Este patrimonio eclesial de
pensamiento y acción se ha ido organizando y reorganizando en los últimos años,
a partir de la Encíclica Rerum Novarum de León XIII (1891), bajo el nombre de
“Enseñanza Social” o “Doctrina Social de la Iglesia”, como un conjunto de
principios de reflexión de valoración permanente , criterios de juicio y
orientaciones para la acción. La DSI abarca todos los campos en los que se
desarrolla la convivencia humana, se extiende objetivamente al entero panorama
de las realidades temporales que configuran y condicionan la vida de la persona
humana dentro de la sociedad. La DSI hunde sus raíces en la misma Historia de
Salvación. Los cristianos/as, que hoy asumen su compromiso social como consecuencia
de su fe, saben que la práctica social pertenece de manera inseparable a la
Historia del Pueblo de Dios; tiene sus raíces en la Palabra de Dios, en la
predicación del Reino de Jesús, en la experiencia y testimonio de las primeras
comunidades cristianas.
La DSI tiene su fundamento en la dignidad de la persona
humana, haciendo opción preferente por el pobre. La misión de Jesús y
el ejemplo de su vida han dejado claro su compromiso con la dignidad y los
derechos de la persona humana, las necesidades de los más débiles, los más
necesitados, las víctimas de la injusticia. La DSI tiene un carácter dinámico e
histórico. Esta exigencia del Reino y del seguimiento de Jesús se convierte en
experiencia acumulada a lo largo de la historia, y muestra los diversos modos
que tiene la comunidad para ir descubriendo cómo unir la fe y el compromiso
social. La DSI es parte esencial de la evangelización. El mensaje social
de la Iglesia sólo se hará creíble por el testimonio de las obras; enseñarlo es parte esencial de la fe y de a misión evangelizadora de
la Iglesia. La DSI es especialmente para los católicos/as, aunque no
sólo. A través de ella la Iglesia cumple su misión de ayudar a sus bautizados y
a los/as que no siendo Doctrina Social de la Iglesia 6 católicos/as se
identifican sin sus enseñanzas sociales, a iluminar los problemas sociales,
económicos, políticos y culturales de cada época, en orden a transformarlos a
la luz del Evangelio. La DSI más que una teoría se orienta a la acción. El
mensaje social del Evangelio no debe considerarse como una teoría sino, por
encima de todo, un fundamento y estímulo para la acción. Aunque es una
disciplina académica, principalmente se orienta a la vida, está hecha para practicarla.
Así lo han entendido, en el curso de los siglos, los hombres y mujeres de todas
las clases sociales comprometidos individualmente y en organizaciones en
diversas acciones a favor de los marginados/as. La DSI orienta la
vocación de cada uno/a en la lucha por la justicia. No se queda en el enunciado
de principios o en la interpretación de la sociedad sino que su fin es orientar
la conducta de las personas como consecuencia del compromiso por la justicia,
según la función, vocación y circunstancias de cada persona.
Los principios de la DSI:
- Respetar la persona humana
- Promover la familia
- Proteger los derechos
patrimoniales
- Trabajar para el
bien común
- Observar el
principio de subsidiariedad
- Respetar el
trabajo y al trabajador
- Buscar paz y ocuparse de los pobres.
Jesucristo
revela que « Dios
es amor » (1 Jn 4,8) y
nos enseña que « la ley fundamental de la perfección
humana, y, por tanto, de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo
del amor. Así, pues, a los que creen en la caridad divina les da la certeza
de que abrir a todos los hombres los caminos del amor y esforzarse por
instaurar la fraternidad universal no son cosas inútiles ».66 Esta ley está llamada a convertirse en
medida y regla última de todas las dinámicas conforme a las que se desarrollan
las relaciones humanas. En síntesis, es el mismo misterio de Dios, el Amor
trinitario, que funda el significado y el valor de la persona, de la
sociabilidad y del actuar del hombre en el mundo, en cuanto que ha sido
revelado y participado a la humanidad, por medio de Jesucristo, en su Espíritu. Punto 54 del compendio de la DSI., el que realizó el Pontificio Consejo de Justicia y Paz a Juan Pablo II.
580 La finalidad inmediata de la doctrina social es la de
proponer los principios y valores que pueden afianzar una sociedad digna del
hombre. Entre estos principios, el de la solidaridad en cierta medida comprende
todos los demás: éste
constituye « uno de los principios básicos de la concepción cristiana de la
organización social y política ».
Este
principio está iluminado por el primado de la caridad « que es signo distintivo de los discípulos de Cristo (cf. Jn 13,35) ». Jesús « nos enseña que la ley
fundamental de la perfección humana, y, por tanto, de la transformación del
mundo, es el mandamiento nuevo del amor » 1219 (cf. Mt 22,40; Jn 15,12; Col 3,14; St 2,8). El comportamiento de la persona
es plenamente humano cuando nace del amor, manifiesta el amor y está ordenado
al amor. Esta verdad vale también en el ámbito social: es necesario que los
cristianos sean testigos profundamente convencidos y sepan mostrar, con sus
vidas, que el amor es la única fuerza (cf. 1
Co 12,31-14,1) que puede
conducir a la perfección personal y social y mover la historia hacia el bien.
581 El amor debe estar presente y penetrar todas las relaciones
sociales: especialmente aquellos que tienen el
deber de proveer al bien de los pueblos « se afanen por conservar en sí mismos
e inculcar en los demás, desde los más altos hasta los más humildes, la
caridad, señora y reina de todas las virtudes. Ya que la ansiada solución se ha
de esperar principalmente de la caridad, de la caridad cristiana entendemos,
que compendia en sí toda la ley del Evangelio, y que, dispuesta en todo momento
a entregarse por el bien de los demás, es el antídoto más seguro contra la
insolvencia y el egoísmo del mundo ».Este amor puede ser llamado « caridad
social » o « caridad política » y se debe extender a todo el género
humano.El « amor
social » se sitúa en las antípodas del egoísmo
y del individualismo: sin absolutizar la vida social, como sucede en las
visiones horizontalistas que se quedan en una lectura exclusivamente
sociológica, no se puede olvidar que el desarrollo integral de la persona y el
crecimiento social se condicionan mutuamente. El egoísmo, por tanto, es el
enemigo más deletéreo de una sociedad ordenada: la historia muestra la
devastación que se produce en los corazones cuando el hombre no es capaz de
reconocer otro valor y otra realidad efectiva que de los bienes materiales,
cuya búsqueda obsesiva sofoca e impide su capacidad de entrega.
582 Para plasmar una sociedad más humana, más digna de la persona,
es necesario revalorizar el amor en la vida social —a nivel político,
económico, cultural—, haciéndolo la norma constante y
suprema de la acción. Si la justicia « es de por sí apta para servir de
“árbitro” entre los hombres en la recíproca repartición de los bienes objetivos
según una medida adecuada, el amor en cambio, y solamente el amor (también ese
amor benigno que llamamos “misericordia”), es capaz de restituir el hombre a sí
mismo ».No se
pueden regular las relaciones humanas únicamente con la medida de la justicia:
« El cristiano sabe que el amor es el motivo por el cual Dios entra en relación
con el hombre. Es también el amor lo que Él espera como respuesta del hombre.
Por eso el amor es la forma
más alta y más noble de relación de
los seres humanos entre sí. El amor debe animar, pues, todos los ámbitos de la
vida humana, extendiéndose igualmente al orden internacional. Sólo una
humanidad en la que reine la “civilización del amor” podrá gozar de una paz
auténtica y duradera ».En
este sentido, el Magisterio recomienda encarecidamente la solidaridad porque
está en condiciones de garantizar el bien común, en cuanto favorece el
desarrollo integral de las personas: la caridad « te hace ver en el prójimo a
ti mismo ».
583 Sólo la caridad puede cambiar completamente al hombre.Semejante cambio no significa anular
la dimensión terrena en una espiritualidad desencarnada.Quien piensa conformarse a la virtud
sobrenatural del amor sin tener en cuenta su correspondiente fundamento natural,
que incluye los deberes de la justicia, se engaña a sí mismo: « La caridad
representa el mayor mandamiento social. Respeta al otro y sus derechos. Exige
la práctica de la justicia y es la única que nos hace capaces de ésta. Inspira
una vida de entrega de sí mismo: “Quien intente guardar su vida la perderá; y
quien la pierda la conservará” (Lc 17,33)
». Pero la caridad
tampoco se puede agotar en la dimensión terrena de las relaciones humanas y
sociales, porque toda su eficacia deriva de la referencia a Dios: « En la tarde
de esta vida, compareceré delante ti con las manos vacías, pues no te pido,
Señor, que lleves cuenta de mis obras. Todas nuestras justicias tienen manchas
a tus ojos. Por eso, yo quiero revestirme de tu propia Justicia y recibir de tu
Amor la posesión eterna de Ti mismo... ».
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