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lunes, 22 de febrero de 2021

La palabra que Jesucristo en tu Sagrario tiene para ti en cada momento. SAN MANUEL GONZÁLEZ

 Os reproduzco, pienso que puede ser de vuestro interés y sobre todo de una generosa ayuda que nos dejó este entrañable santo, es San Manuel González de su libro ""Qué hace y qué dice el Corazón de Jesús en el Sagrario", y de la segunda parte del mismo el titulado SIMÓN TENGO ALGO QUE DECIRTE


    Importa mucho que te fijes en tu cabeza y más en tu corazón este anuncio:

    El Corazón de Jesús en el Sagrario tiene algo que decirte

    Como a Simón, el fariseo desatento que lo convidó a comer, te dice a ti: "Tengo algo que decirte" (Lc 7,40).

    Y antes de que le respondas como aquel, "Maestro, di", quiero que te detengas un poco a saborear esas palabras. ¡Dicen tanto al que las medita, que ellas solas calmarán más de una tempestad y disiparían más de una tristeza...!

    Fíjate en el afectuosos interés que revela ese tener Él, ¿sabes quién es Él?, que decirte algo a ti, a ti,     ¿te conoces un poquito?

¡Él a ti! ¿Puedes medir toda la distancia que hay entre esos dos puntos?¿No? Pues tampoco podas apreciar cumplidamente todo el valor de ese interés que tiene Él en hablarte a ti. ¡Él a ti!

Una comparación te dará idea aproximada de lo que significa ese interés.

Respóndeme: ¿Hay mucha gente en el mundo que tenga interés en decirte algo?

¡Claro! Como es tan reducido el número de los que te conocen, en comparación con los que no te conocen, puedes afirmar que la casi totalidad de los hombres no tienen nada que decirte. Y entre los que te conocen, ¿sabes si son muchos los que tienen algo que decirte?

    La experiencia, sin duda, te habrá enseñado que de los que te conocen quizás no sean pocos los que digan de ti, ¡se habla tanto de los demás!

    Pero a ti, fuera de los mendigos y necesitados, ¿verdad que son muy pocos lo que tienen que decirte algo que te interese, sólo para ti, que te haga bien?

    ¡Verdaderamente, despertamos tan escaso interés en el mundo!

    ¿Qué interés despierto yo?

    Nosotros, tan insignificantes, pese a nuestro orgullo, en el mundo y ante los hombres; nosotros, para quienes ni los reyes, ni los sabios, ni los ricos, ni los poderosos, ni aun casi nadie en el mundo tienen una palabra ni un gesto de interés, sabemos, ¡bendito Evangelio que nos lo ha revelado!, que el Rey más sabio, rico, poderoso y alto nos espera a cualquier hora del día y de la noche en su alcázar del Sagrario para decirnos a cada uno, con un interés revelador de un cariño infinito, la palabra que en aquella hora nos hace falta.

    Y ¡qué todavía haya aburridos, tristes, desesperados, despechados, desorientados por el mundo!

    ¿Qué hacen que no vuelan al Sagrario a recoger su palabra, la palabra que para esa hora suprema de aflicción y tinieblas les tiene reservada el Maestro bueno que allí mora?

    Y ¡tiene tanto valor esa palabra! ¡No has visto cómo se calma el ansia del enfermo dudoso de la gravedad de su mal al oír al médico la palabra tranquilizadora y anunciadora de su pronta mejoría? ¡Y Y la palabra del médico no cura! ¡La Palabra del Sagrario, si!

    Alma creyente, lee en buena hora libros que te ilustres y alienten, busca predicadores y consejeros que con su palabra te iluminen y preparen el camino de tu santificación; pero más que la palabra del libro y del hombre, busca, busca la palabra que para ti, ¿lo oyes?, para ti solo tiene guardada en su Corazón para cada circunstancia de tu vida el Jesús de tu Sagrario.

    Ve allí muchas veces para que te de tu ración, que unas veces será una palabra de la Sagrada Escritura o de los santos que tú conocías, pero con un relieve un un sentido nuevos, otras veces será un soplo, un impulso, una dirección, una firmeza, una rectificación, no tienes más que pronunciar con el alma estas dos palabras; "Maestro, di...".

    Y sumergido en un gran silencio, no sólo de ruidos exteriores, sino de tus potencias, sentidos y pasiones, espera la respuesta suya.

    Que te la dará, no los dudes, ¡es más fino...!

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