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martes, 10 de enero de 2023

VIGILIA ORDINARIA DE ENERO, 27/01/2023



Celebraremos (D.m.) la vigilia ordinaria el próximo viernes 27 de enero del presente, a partir de las 20,30 horas en el Oratorio de las Penas.


Al principio junta del turno y tema de reflexión, a continuación pasaremos al Oratorio para participar en la Sagrada Eucaristía que oficiará el Rvdo. D. Adrián Troncoso; proseguiremos con el rezo del Santo Rosario y a continuación la Presentación y Exposición del Santísimo para ofrecerle las oraciones, cantos y rezos según nuestro manual, habiendo también un tiempo para la meditación individual, para finalizar se realizará la Reserva y Bendición y canto de la Salve a nuestra Virgen de las Penas.

Transcribimos las lecturas de la Misa del viernes 27 de enero de 2023
Lecturas del Viernes de la 3ª semana del Tiempo Ordinario

Viernes, 27 de enero de 2023

Primera lectura
Lectura de la carta a los Hebreos (10,32-39):

HERMANOS:
Recordad aquellos días primeros, en los que, recién iluminados, soportasteis múltiples combates y sufrimientos: unos, expuestos públicamente a oprobios y malos tratos; otros, solidarios de los que eran tratados así. Compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes, sabiendo que teníais bienes mejores y permanentes.
No renunciéis, pues, a vuestra valentía, que tendrá una gran recompensa.
Os hace falta paciencia para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa.
«Un poquito de tiempo todavía
y el que viene llegará sin retraso;
mi justo vivirá por la fe,
pero si se arredra le retiraré mi favor».
Pero nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma.

Palabra de Dios
Salmo
Sal 36,3-4.5-6.23-24.39-40

R/. El Señor es quien salva a los justos

V/. Confía en el Señor y haz el bien:
habitarás tu tierra y reposarás en ella en fidelidad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón. R/.

V/. Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará tu justicia como el amanecer,
tu derecho como el mediodía. R/.

V/. El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace en sus caminos;
si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano. R/.

V/. El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra, los libra de los malvados
y los salva porque se acogen a él. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,26-34):

EN aquel tiempo, Jesús decía al gentío:
«El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Dijo también:
«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra».
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

A continuación os dejamos el TEMA DE REFLEXIÓN PARA ENERO 2023, para que lo leais, lo mediten y lo tengan preparado para la reunión de viernes 27 de enero.

Adoración Eucarística. Epifanía

“No cese nunca nuestra adoración”

¡Qué importante recordar siempre nuestra vocación! Volver al Amor primero.
¿Para qué venimos a la ANE? Para adorar la Eucaristía.
Y esto es fundamental. Adorar, como nos recuerda el catecismo, es la primera
actitud del hombre que se reconoce criatura ante su Creador. ¿Qué es adorar? ¿En qué
consiste esta actitud? Se trata de humillar el espíritu ante el “Rey de la gloria” y callar
en silencio respetuoso, en presencia de Dios “siempre mayor”.
Y esto por dos motivos muy importantes: la adoración exalta la grandeza del Señor
que nos ha hecho y la omnipotencia del Salvador que nos libera del mal. Dios es
nuestro Creador y Redentor. Por eso el primer deber de la criatura y del salvado, es
adorar a este Dios tan bueno.
Adorar mucho a Dios en la Eucaristía produce dos efectos preciosos en nuestra
alma: nos llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas. Nos hace pequeños y
confiados, como los niños, dependientes en todo de Dios, pero, a la vez, seguros de
que Él nos cuida.
“La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos
espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en
la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y
delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración” (Juan Pablo II, Carta Dominicae
Cenae, 3).
Tenemos ejemplos de adoración en las Sagradas Escrituras: los Reyes Magos, por
ejemplo, tienen claro a qué vienen a Jerusalén, “¿Dónde está el rey de los judíos que
acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo” “La
estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar
donde estaba el niño” “y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre,
y postrándose, le adoraron. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones, oro,
incienso y mirra”.
Hoy nos toca imitar a los Reyes Magos. Vengamos de donde vengamos (de
dificultad, de pereza, de sueño, de sequedad...), no importa. Lo importante es que
venimos a adorarlo. Queremos reconocer, como los Reyes Magos, más allá de sus
disfraces, a Dios escondido. Le adoramos, como un niño pequeño en un pesebre, y le
adoramos, tras las especies eucarísticas en una custodia. No es tan distinto. Sabemos
que su presencia es verdadera, real y substancial, de su Cuerpo y Sangre, alma y
divinidad: Cristo entero.
Somos guiados a Él por una estrella. Es como una luz, la luz de la fe que nos trae
todos los meses a adorar la presencia Eucarística, como atrajo a los Magos a la

adoración. Y una luz que también puede representar a María; ella siempre nos pre-
cede, va antes que nosotros, y cuando llegamos a Jesús, ¡allí está ya ella! María nos
atrae a Jesús, nos atrae a la Adoración, María es nuestra madre en la fe y, a la vez, la
Madre de Jesús. Y por eso ¡qué mayor alegría para ella que ver a sus hijos reunidos!
Como a los Magos, Ella nos acompaña en esta noche.
Ante Jesús, en esta noche, iluminados por su estrella, también nosotros abrimos
nuestros cofres. Ofrecemos a Jesús nuestras posesiones, nuestras oraciones, nuestras

debilidades... nuestro oro, incienso y mirra. Reconozcamos su Divinidad, su Huma-
nidad y su Realeza en esta noche de Adoración. Notaremos fruto espiritual en nues-
tras almas. Volveremos por otro camino a nuestro quehacer diario.

También los santos nos animan a adorar: el recientemente canonizado Carlos de
Foucauld confiesa que se esfuerza “por multiplicar las horas de exposición del
Santísimo Sacramento”; se admira contemplando la belleza de las puestas de sol en el
desierto y sus claras noches, pero confiesa que “abrevio estas contemplaciones y
vuelvo delante del sagrario... hay más belleza en el sagrario que en la creación
entera”. Su deseo, tal como dejó escrito, fue fundar “una orden de monjes que adoren
este corazón día y noche en la santa Hostia expuesta, extendiendo su presencia,
multiplicándola y elevando a un gran número de personas en un lugar, donde la santa
Eucaristía y el divino Corazón irradian luz del mundo sobre muchas regiones de
infieles durante siglos”.
Cuando se instala en Tamanrasset, lo primero que hace es construir una pequeña
capilla, donde exponer el Santísimo, y escribe en su diario “Sagrado Corazón de
Jesús, gracias por este primer tabernáculo en país tuareg. Sagrado Corazón de Jesús,
irradiad desde el fondo de este tabernáculo sobre este pueblo que os adora sin
conoceros. Iluminad, dirigid, salvad estas almas que amáis.”
Que nuestra adoración sea hoy con fruto. Como la de los Reyes Magos, como la de
Carlos de Foucauld, rindamos homenaje a nuestro Dios y Salvador silencioso en esta
presencia eucarística, ofrezcamos nuestros dones a Cristo y pidamos al Sagrado
Corazón por el mundo entero, para que lo guíe y salve desde la Eucaristía.

Preguntas:

¿Recuerdas la primera vez que viniste a una vigilia de la ANE?
¿Tu amor sigue siendo el mismo?
¿Notas que la adoración te hace más humilde, más confiado, que te cambia el
corazón?
¿A qué otras maneras de rezar nos lleva la adoración?

¡NO CESE NUNCA NUESTRA ADORACIÓN!

lunes, 2 de enero de 2023

Testamento espiritual que nos dejó Benedicto XVI

Benedicto XVI: Mi testamento espiritual

Publicado el documento redactado por el Papa emérito el 29 de agosto de 2006


 Benedicto PP XVI

Si en esta hora tardía de mi vida miro hacia atrás, hacia las décadas que he vivido, veo en primer lugar cuántas razones tengo para dar gracias. Ante todo, doy gracias a Dios mismo, dador de todo bien, que me ha dado la vida y me ha guiado en diversos momentos de confusión; siempre me ha levantado cuando empezaba a resbalar y siempre me ha devuelto la luz de su semblante. En retrospectiva, veo y comprendo que incluso los tramos oscuros y agotadores de este camino fueron para mi salvación y que fue en ellos donde Él me guió bien. 

Doy las gracias a mis padres, que me dieron la vida en una época difícil y que, a costa de grandes sacrificios, con su amor prepararon para mí un magnífico hogar que, como una luz clara, ilumina todos mis días hasta el día de hoy. La clara fe de mi padre nos enseñó a nosotros los hijos a creer, y como señal siempre se ha mantenido firme en medio de todos mis logros científicos; la profunda devoción y la gran bondad de mi madre son un legado que nunca podré agradecerle lo suficiente. Mi hermana me ha asistido durante décadas desinteresadamente y con afectuoso cuidado; mi hermano, con la claridad de su juicio, su vigorosa resolución y la serenidad de su corazón, me ha allanado siempre el camino; sin su constante precederme y acompañarme, no habría podido encontrar la senda correcta.

De corazón doy gracias a Dios por los muchos amigos, hombres y mujeres, que siempre ha puesto a mi lado; por los colaboradores en todas las etapas de mi camino; por los profesores y alumnos que me ha dado. Con gratitud los encomiendo todos a Su bondad. Y quiero dar gracias al Señor por mi hermosa patria en los Pre-alpes bávaros, en la que siempre he visto brillar el esplendor del Creador mismo. Doy las gracias al pueblo de mi patria porque en él he experimentado una y otra vez la belleza de la fe. Rezo para que nuestra tierra siga siendo una tierra de fe y les ruego, queridos compatriotas: no se dejen apartar de la fe. Y, por último, doy gracias a Dios por toda la belleza que he podido experimentar en todas las etapas de mi viaje, pero especialmente en Roma y en Italia, que se ha convertido en mi segunda patria.

A todos aquellos a los que he agraviado de alguna manera, les pido perdón de todo corazón.

Lo que antes dije a mis compatriotas, lo digo ahora a todos los que en la Iglesia han sido confiados a mi servicio: ¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir! A menudo parece como si la ciencia -las ciencias naturales, por un lado, y la investigación histórica (especialmente la exégesis de la Sagrada Escritura), por otro- fuera capaz de ofrecer resultados irrefutables en desacuerdo con la fe católica. He vivido las transformaciones de las ciencias naturales desde hace mucho tiempo, y he visto cómo, por el contrario, las aparentes certezas contra la fe se han desvanecido, demostrando no ser ciencia, sino interpretaciones filosóficas que sólo parecen ser competencia de la ciencia. Desde hace sesenta años acompaño el camino de la teología, especialmente de las ciencias bíblicas, y con la sucesión de las diferentes generaciones, he visto derrumbarse tesis que parecían inamovibles y resultar meras hipótesis: la generación liberal (Harnack, Jülicher, etc.), la generación existencialista (Bultmann, etc.), la generación marxista. He visto y veo cómo de la confusión de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo.

Por último, pido humildemente: recen por mí, para que el Señor, a pesar de todos mis pecados y defectos, me reciba en la morada eterna. A todos los que me han sido confiados, van mis oraciones de todo corazón, día a día.

 

Benedicto XVI: "¡Señor, te amo!"

 Artículo de Vatican News aparecida 2/01/2023


Últimas palabras de Benedicto XVI: "¡Señor, te amo!"

Monseñor Gänswein cuenta lo que dijo el Papa emérito en la noche pocas horas antes de su muerte. Precisamente la búsqueda de Jesús, "el amado", fue el sello distintivo del servicio sacerdotal de Joseph Ratzinger, como recordó el Papa Francisco en 2016

Andrea Tornielli, Ciudad del Vaticano

Las últimas palabras del Papa emérito Benedicto XVI fueron recogidas en mitad de la noche por un enfermero. Eran alrededor de las 3 de la madrugada del 31 de diciembre, pocas horas antes de su muerte. Ratzinger aún no había entrado en agonía, y en ese momento sus colaboradores y ayudantes habían tomado el relevo. Con él, en ese preciso momento, sólo había un enfermero que no hablaba alemán. "Benedicto XVI -relata conmovido su secretario, monseñor Georg Gänswein-, con voz fina, pero claramente distinguible, dijo en italiano: "¡Señor, te amo!. Yo no estaba allí en ese momento, pero el enfermero me lo dijo poco después. Éstas fueron sus últimas palabras comprensibles, porque después ya no fue capaz de expresarse".

"¡Señor, te amo!", casi un resumen de la vida de Joseph Ratzinger, que desde hacía años se preparaba para el encuentro definitivo, cara a cara, con el Creador. El 28 de junio de 2016, en el 65 aniversario de la ordenación sacerdotal del predecesor ahora emérito, el Papa Francisco había querido subrayar la "nota de fondo" que había recorrido la larga trayectoria sacerdotal de Ratzinger y había dicho: "En una de las muchas y hermosas páginas que dedica al sacerdocio, subraya cómo, en la hora de la llamada definitiva de Simón, Jesús, mirándole, le pregunta una cosa: ¿Me amas?. ¡Qué hermoso y cierto es esto! Porque es aquí, nos dice, en ese '¿me amas?' donde el Señor funda el pastoreo, porque sólo si hay amor al Señor puede Él pastorear a través de nosotros...: 'Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo'".

"Esta es la nota -continuó Francisco- que domina toda una vida gastada en el servicio sacerdotal y en la teología, que ella no por casualidad definió como 'la búsqueda del amado'; esto es lo que ella siempre testimonió y todavía testimonia hoy: que lo decisivo en nuestros días -de sol o de lluvia-, lo único que une todo lo demás, es que el Señor esté verdaderamente presente, que lo deseemos, que interiormente estemos cerca de Él, que lo amemos, que creamos de verdad profundamente en Él y creyendo amarlo de verdad. Es este amar lo que verdaderamente llena nuestro corazón, este creer es lo que nos hace caminar seguros y tranquilos sobre las aguas, incluso en medio de la tempestad, como le ocurrió a Pedro".

"El papa Benedicto XVI, un hombre de ciencia"

 Transcribimos el artículo aparecido en la Revista Diócesis de Málaga

Sánchez Gallardo: "El papa Benedicto XVI, un hombre de ciencia"

Benedicto XVI
Publicado: 31/12/2022749

ARTÍCULO

Artículo de Francisco Sánchez Gallardo, doctor en Ciencias Físicas, ex director del Instituto de Meteorología de Málaga y académico de Número de la Academia Malagueña de Ciencias.

Después de uno de los cónclaves más rápidos en la historia de la Iglesia, cuando el 19 de abril de 2005 el cardenal Ratzinger fue elegido Papa como el 265º sucesor de San Pedro, con el nombre de Benedicto XVI, la prensa italiana consideró su elección como una buena noticia. Afirmación sin duda acertada, pues con su sabiduría y erudición demostró en sus escritos y a lo largo de su pontificado petrino ser uno de los grandes sabios equiparable, sin error a exagerar, a otro sabio alemán como fue San Alberto Magno (Patrono de las Ciencias). Desde el papa San Silvestre II (primer papa francés y gran matemático que introdujo el uso del número cero), es posible que Benedicto XVI haya sido uno de los papas con más carácter científico en la historia de la Iglesia; institución que lejos de ser un estorbo para los avances científicos ha sido siempre una parte activa y fundamental en ellos, como lo demuestra la Academia Pontificia de las Ciencias, de alcance internacional, y multirracial en sus miembros, cuyo principal objeto es honrar la ciencia pura.

Si San Juan Pablo II condujo la Iglesia hacia el siglo XXI, Benedicto XVI marcó el camino a seguir con sus enseñanzas sabiamente expuestas en su magisterio, fuente de sabiduría y espiritualidad, y siempre orientadas en defensa del cristianismo que según expresión suya, no se corresponde con la imagen de una estrella que se va desintegrando, sino como el grano de mostaza que siempre vuelve a rejuvenecerse (Astronomía y Biología). Y siguiendo con este don de ciencia que poseía, incluso antes de ser Papa, en 1997, dijo a su biógrafo y  periodista Peter Seewald esta bellísima frase: "Una pequeña partícula de amor, pareciendo tan débil, es muy superior a la máxima capacidad de destrucción". Con esta expresión tan original daba a entender la similitud entre el amor, como un impulso con diversas dimensiones, y la energía; pues según la teoría cuántica del también alemán Max Planck, la radiación electromagnética se emite en unidades discretas de energía, llamadas "quantos", manifestando con ello una idea muy propia de él, como es que: "la Teología de lo pequeño es fundamental en el cristianismo"(Física nuclear y Caridad). A la vez, con estas expresiones nos estaba indicando también, de alguna manera, el sentido de la citada parábola del grano de mostaza, pues en su opinión (y así lo publicó en su gran obra "Jesús de Nazaret"), las parábolas no contienen una fuerza coercitiva, sino más bien son una dinámica interna que invitan a un movimiento exigente hacia el misterio de Dios. Y a continuación, en este mismo libro, cuando analiza el mundo como una figura geométrica aconseja que el "baricentro" de la vida del hombre aferrado a su propio ego, se traslade a otro campo de gravitación, que es el campo del amor (Geometría, ley de la gravitación universal y Amor).

En estos primeros años del siglo XXI, y ya desde mediados del siglo pasado, nos encontramos en uno de esos períodos de gran desarrollo científico; la ciencia se diversifica, se amplía y se pluraliza, incluso hacia una dimensión cósmica, sin olvidar el vasto y no menos misterioso campo de la nanociencia.  Pues bien, Benedicto XVI con gran visión de la realidad y en la contemplación empírica de este mundo, ya expresó con motivo del Año Internacional de la Astronomía en 2009, su deseo de conseguir una verdadera síntesis humanista del conocimiento, como la que inspiró a los padres de la ciencia moderna.

Durante todo su pontificado, e incluso antes como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, toda su acción pastoral tuvo cuatro puntos de apoyo sobre los que orientó su pensamiento: Dios, Cristo, el hombre y el mundo. Es decir, espiritualidad; existencia de Jesús de Nazaret como certidumbre de carácter histórico; realidad del hombre como criatura a imagen y semejanza de Dios, y en cuarto lugar un mundo como universo visible en el que el hombre puede medir las magnitudes de tiempo, espacio y materia. Cuatro realidades que pertenecen esencialmente a la vida del hombre, complementadas con una  característica que él mismo reconoció: su apertura a las diversas posibilidades que abriga en sí el macro y el micro cosmos. Y es en este entramado cosmológico y humano en el que Benedicto XVI manifestó su sabiduría sobre el hombre  y sus conocimientos científicos del universo, con expresiones propias de un hombre de ciencia.

A veces, cuando hablamos de ciencia nos referimos a contenidos pertenecientes a la física, a la matemática o a la biología, (por no citar otras ciencias experimentales o campos del conocimiento humano), cometiendo el error de que con esta forma de hablar no se percibe el sentido unitario de la ciencia que hoy es generalmente admitido. Benedicto XVI aglutinó perfectamente este concepto con la profundidad de una mente brillante y con la precisión de un gran maestro. Es más, defendió la conjunción entre fe y razón, a través de sus escritos y discursos como preludio de un nuevo renacimiento humanista y universalista, con el paradigma de establecer una relación entre la realidad del hombre y la visión cosmológica del universo, postulando que Dios es la medida de la evolución de la ciencia.

 Sin duda, pasará a la historia como uno de los Pontífices más sabios, valientes y consecuentes con su labor. Un futuro santo Doctor de la Iglesia. Un colaborador de la Verdad.

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