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martes, 19 de noviembre de 2019

ACENTOS NECESARIOS PARA NUESTRA ESPIRITUALIDAD

Acentos necesarios para nuestra espiritualidad

Todo discípulo de Jesús no lo es únicamente de una
doctrina determinada, de un aspecto sobresaliente o de un
matiz que le justifica modos y formas de vida, sino que el
discipulado viene por vinculación y comunión profunda con
su persona, que es el propio evangelio o reino de Dios.

Para vivir así, como discípulo y difundir el evangelio se nos exige mostrarnos
como hombres convertidos y libres, sin anteponer ningún otro interés ni ideología
personal, es más, se hace necesario incluso vivir con un profundo y real
desprendimiento de cosas sensibles que pueden devaluar los medios de la
propagación del evangelio. Sabemos que la preocupación por el dinero, las dos
túnicas o el cuidado de la alforja o el bastón, pueden distraernos y ser un obstáculo
para la tarea de la evangelización e incluso para una verdadera opción por Jesús y por
su seguimiento como discípulo.

La vocación de adorador ha de apuntar en la dirección de una espiritualidad de
desprendimiento y de confianza, para facilitar así los pobres medios que se nos dan
para la evangelización y testimoniar de esta forma el compromiso para ser verdaderos
evangelizadores, animando la vida de la comunidad a la que sirve y ha sido enviado
con espíritu apostólico. De ahí que debamos vivir en la confianza y en el abandono en
las manos de Dios. Pues, aunque sabemos que trabajaremos con medios escasos,
pobres y en ocasiones sin las mínimas herramientas, nuestra misión está siempre en
las manos del Señor: «lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento.
Porque no seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre es el que
hablará por vosotros».

Nuestra dirección es siempre la misma: caminar por los caminos del mundo y de la
historia a proclamar el evangelio. Y este mensaje es siempre el mismo, el reino de
Dios como proclamación del misterio pascual de Cristo muerto y resucitado con todo
su potencial salvador. Por lo que la fidelidad al mensaje se ha de transmitir con la
confianza en su poder salvador, en comunión con Cristo. Hay que confiar en Él, no
serán nuestra ideología ni nuestros criterios políticos o sociológicos, aunque estos
signos estén presentes como factores que componen la cultura y el mundo a donde
hemos sido llevados. Será la espiritualidad del evangelio y no la ideología que de él
podamos consumir lo que alentará la comunión con Cristo y con su cuerpo místico lo
que nos lleve a mostrar el evangelio con la fidelidad que exige para que este sea
verdaderamente el mensaje recibido y el mensaje que debemos llevar. «Id, pues, y ha-
ced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he
mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos
los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 19-20).

Está garantizado el fruto de nuestro envío, supuesta
esta fidelidad, especialmente cuando obramos en
comunión con Él y de unos con otros, en el envío de dos en dos y en la permanencia
de la caridad, en fraternidad apostólica. No es válido, pues, que la misión sea
entonces desde mi postura o ideología, o solo con los míos, se requiere la comunión
en Él y con los hermanos, «El que permanece en mí como yo en él, ese da mucho
fruto» (Jn 15, 5).

Federico Cortés Jiménez,
Director Espiritual Diocesano de ANE.

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